72 - Divino regalo

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Redacción: Ernesto Esquivel D.

Historia y personajes: Garrick.



— Maldita sea — intentó gritar un debilitado pero furioso Ira, gruñendo desde un altavoz, cerca de la enorme mesa principal —. Me encuentro desgastado... adormilado... Las centrales de energía y datos están comenzando a fallar y yo... me siento lento... menos... peligroso... y no puedo...

— Para ser sincero, yo me siento muy bien. Pese a que han pasado varios siglos, no recuerdo la última vez que me sentí así — reconoció Avideco, ignorando a Ira junto con Pereza y Envidia, sentados a la mesa, cada uno con una copa de vino —. Considerando las enfermedades por las cuales mi recipiente ha pasado, me siento afortunado de estar aquí — añadió con semblante reflexivo.

— Coincido con eso — secundó Envidia —. Me atrevo a decir que, de hecho, la sensación es edificante.

— Es algo único sin duda — compartió Pereza, asintiendo —, pero lamento que Ira no lo aprecie igual — mencionó risueño, mirando la bocina de reojo.

— ¡Su indiferencia es abrumadora! — reprochó Preter, intentando subir el volumen de su voz —. Si acaban con nosotros...

— Ya lo han hecho antes — refutó Envidia, silenciándolo.

— Sé que no tenemos una memoria perfecta después que morimos, pero, ¿cuál es la diferencia entre conquistar el mundo hoy o hacerlo en unos siglos? — cuestionó Avaricia —. Somos entes atemporales, disfrutamos del caos, del miedo y el terror que infundimos a los mortales y, aún con todo, nos aferramos a este instante llamado vida.

— Además, aunque nuestro paso en esta tierra sea efímero, hemos logrado dejar huella en este mundo — consideró Envidia —. Nuestros actos serán recordados por millones de personas, sin mencionar que se hablará de nosotros durante cientos de años.

Ira, furioso, expulsó un sonido, como una distorsión, grave y agresiva, a través de las bocinas.

— ¡Pero la inmediatez tiene prioridad!, ¿no lo entienden? — replicó Ira — ¿De qué sirve ser recordados si no estamos para disfrutarlo?

— Porque nuestro legado durará más que nuestra existencia — expreso Pereza con seriedad —. Mientras haya una sola persona cuyo corazón tiemble al escuchar sobre las calamidades, todo habrá valido la pena — sentenció, levantando su copa, seguido de sus compañeros —. ¡Salud por eso!

— ¡Salud! — celebraron Envidia y Avideco, para luego beber de un sorbo su vino tinto, mientras Ira los miraba frustrado y furioso.

Mientras tanto, dentro de las carpas del circo D'larte, Evangeline y Estio hablan por teléfono con Gema.

— Hemos logrado crear un canal seguro para poder hablar — explicó la IA —. Ya no nos preocuparemos de que intercepten nuestras comunicaciones.

— Gema, una pregunta — habló Evangeline —. ¿Qué ha pasado con la influencia de Ira?

— Su poder ha menguado, pero, aun así, dudo que destruir las centrales de la IA, el llamado Preter, signifique el fin de la calamidad — mencionó Gema —. Al ser un ente digital, podría crear copias de sí mismo en internet de forma fácil y, en teoría, regenerarse en cualquier otra parte del mundo — el niño y la mujer sopesaron la declaración —. La prioridad de aquella inteligencia artificial es, sin duda, proteger los servidores que, hasta ahora, le sirven de respaldo, pero, aunque se destruyan todos, habría que contenerlo antes de que escape la red.

— ¿Y es posible detenerla de alguna otra forma? — preguntó Estio, curioso.

— Estoy hablando con Visto sobre eso en este momento — mencionó la IA —. Espero tener la respuesta pronto.

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora