Redacción: Ernesto Esquivel D.
Historia y personajes: Garrick.
— ¡Papá! ¡Papá!
— ¿Qué pasa, chamaco? — don Mario apagó la estufa y se apresuró hacia la sala al escuchar los gritos alarmados de Ramón — ¿Por qué tanto escándalo? — el señor palideció al ver a su hijo ayudando a unos débiles Mauricio y Raúl a recostarse en el sillón.
Don Mario observó que ambos mostraban severos golpes en sus cuerpos, estaban sangrando y, preocupado, giró para ver la puerta de la casa, abierta en su totalidad.
— ¿Alguien los siguió? — preguntó el padre de Ramón, aproximándose a la entrada y asomándose a la calle, ojeando alrededor, para luego cerrar la puerta con todo y seguro.
— No, nadie — aseguró Mauricio con fragilidad.
El señor se acercó a los muchachos, revisando sus heridas. Sangre poco abundante seguía saliendo de entre sus narices hinchadas, había varios moretones en sus cuerpos, sus ropas se notaban desgastadas y sucias por la tierra, reflejando la dura pelea que habían enfrentado.
— ¿Pero qué les pasó? — preguntó el tigre preocupándose más conforme más los veía.— ¡Rápido, mijo! ¡Tráeme vendas, alcohol, algodón, la pomada pa' las heridas y agua! — pidió don Mario, tenso, pero centrado.
Ramón, asimilando la situación, asintió y corrió hacia el baño, dejándolos solos, cosa que don Mario aprovechó.
— ¿Qué fue lo que sucedió? — cuestionó el señor, susurrando con seriedad a ambos heridos —. ¡Un ladrón común no podría enfrentar a un hombre musculoso y a un oso agreste!
— Un... enmascarado intentó quitarme la gema... — mencionó, agitado y adolorido, pausando por un dolor en su espalda — El mismo que vi en el museo — agregó con dificultad, impresionando al padre de Ramón.
— Él es Pierrot — reveló el oso, esforzándose al hablar —. Es el guardaespaldas... — pausó, considerando sus palabras — El matón de Mersenne, y... mi jefe en la empresa donde trabajo — agregó, sorprendiendo más a don Mario —. Es increíble que pudiéramos escapar, pero — gimió por una pulsación en las costillas —, sólo es cuestión de tiempo para que nos encuentren.
— ¿Cuestión de tiempo? — preguntó el señor, desconcertado.
— Robamos su radar — mencionó Raúl, gimiendo, mientras el oso sacaba de su bolsillo el dispositivo, mostrándosela al padre del tigre —. Rastrearon la gema.
Don Mario quedó perplejo ante tal extraña tecnología, pero antes de tomarla entre sus manos, llegó Ramón con todo lo que su papá le había pedido. Mauricio, de inmediato, volvió a guardar el radar.
— ¡Aquí están, 'apá! — expresó el tigre, preocupado.
El señor, rápido, ayudó a Raúl y a Mauricio a quitarse las playeras, dejando ver sus cuerpos hinchados, con moretones azules y cardenales rojos más grandes que los que ya estaban visibles.
— ¡Ayúdame con tu novio! — pidió el padre a su hijo, comenzando a curarlos.
Don Mario y Ramón tomaron el alcohol y empaparon los algodones, aplicándolos sobre las heridas de los muchachos, desinfectándolas y limpiándoles la sangre, el padre a Mauricio y Ramón a Raúl. Con cada contacto, ambos gruñeron de dolor al sentir el alcohol penetrando en sus lesiones, sobre todo por la intensidad del señor y el tigre al curarlos.
— ¡Perdonen, pero vienen demasiado golpeados! — exclamó don Mario, continuando con su labor.
Raúl y Mauricio gemían de malestar, pero al sentir la pomada que les untaron padre e hijo, cada uno gritó con profundo ardor mientras la sala se llenaba de un olor entre menta y bamitol.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Aventura- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...