37 - Gula

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Redacción: S. González

Historia y personajes: Garrick


La cocina bullía con movimiento a pesar de solo ser tres personas. Los dos asistentes, menores en estatura, iban de un lado a otro buscando especias, checaban temperaturas y agregaban ingredientes. El más alto, el chef en jefe, un agreste jabalí, era todo un espectáculo, pues ninguno de sus movimientos era desperdiciado; en un momento llevaba a cabo un corte chiffonada en unas hojas de albahaca y en otro salteaba platillos, terminaba de servir, y cambiaba de utensilios de acuerdo con su necesidad.


El chef se secó el sudor con el brazo y dejó salir el aire que contenía mientras cortaba, en su mente repasó, por enésima vez en el día, los pasos que debía seguir para la conclusión de su mejor obra.


Afuera, sentado en una de las mesas de su restaurante, esperaba un hombre importante, un crítico, que decidiría, según su criterio, si su establecimiento merecía o no una estrella Muchilín. Aquel era el día más importante en la vida del chef, lo había esperado tanto. Al concluir los cortes, dejó a un lado su cuchillo, ahora solo faltaba lo más importante.


—    ¡Se nos ha terminado la carne! — exclamó uno de sus asistentes, un agreste hámster, llevándose las manos a los cachetes.
—    ¡¿Qué?! — el corazón del chef Olivera dio un vuelco.
—    ¡Quedaron en traerla hoy, pero no han llegado! — explicó el segundo ayudante, un ratón —. ¡Hemos racionado la carne que quedaba, pero ya no tenemos nada!


El jabalí se llevó las manos a la cabeza, mientras buscaba entre todas las ideas que llegaban a su mente.


—    ¿Ni siquiera pollo o puerco?
—    ¡Nada! — replicó el hámster, histérico.
Con la adrenalina al máximo, el chef apartó al primer asistente y comenzó a buscar el mismo en el refrigerador.
—    Jamón, tocino, queso... ¡no! ¡Ni siquiera soya! — gritó el jabalí con rabia.
—    Lo hemos usado todo — el ratón movía los bigotes de arriba abajo, nervioso —, hasta parece un sabotaje. Es ridículo, nos dejaron vacíos.
—    El crítico lleva esperando más de diez minutos, si espera más nos llevaremos una reseña negativa — musitó el chef.


Olivera sabía que sus competidores se las habían ingeniado para que su restaurante enfrentase todos los problemas posibles, el jabalí había respondido con una sazón incomparable, pero lo habían superado. El chef se volvió a llevar las manos a la cabeza, vio uno de sus antebrazos, grueso y carnoso, rumió aquella idea retorcida por unos instantes antes de decidirse.


—    ¡Mantequilla! ¡Corre! ¡Tráeme vendas y hielo! — ordenó al hámster.
—    ¿Pero, para qué...?
—    ¡Ahora!
—    ¡Sí, chef! — el sous chef obedeció.
—    ¡Margarina! — se dirigió al agreste ratón —. ¡Tráeme el cuchillo más afilado y afílalo aún más!


Momentos después, el hámster ya había llenado un bol con hielo, y sacaba todas las vendas del botiquín de primeros auxilios, mientras el ratón afilaba a contrahoja un cuchillo de trinchar. El jabalí terminó de lavarse el brazo izquierdo, y extendió varios secadores uno sobre otro en la mesa, el roedor le entregó la hoja brillante y el chef recargó su extremidad sobre los paños. Ambos asistentes dejaron salir chillidos ahogados al entender lo que su jefe estaba a punto de hacer.

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora