57 - Bien cargados

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Historia, personajes y redacción: Garrick.


Apenas entraron a la carpa solitaria de Júpiter, Ramón y el enorme hombre tuvieron un duelo de lenguas. El par estaba deseoso, enérgico y dispuesto. Una débil lampara iluminaba apenas lo suficiente para ver la cama, la alfombra y un pequeño tocador.

Entre besos ansiosos, Júpiter desnudó al tigre, dejando su esculpido descubierto de pies a cabeza, disfrutando de la vista que solo lo excitaba más y más, cachondo, tomó el bikini del tigre y se puso la bolsa escrotal en la cara, inhalando profundo, gimiendo al mojar su nariz con la fragancia del macho felino.

Ramón, no tuvo problemas para arrancar el taparrabos del hombre, desnudándolo, al bajar la mirada, el miembro moreno y palpitante que goteaba preseminal con abundancia, estaba circuncidado y sobresalía de dos grandes testículos ovalados, todo coronado por vellos densos y rubios, de un tono más obscuro que la cabellera del hombre. Destacando, el pene erecto, tenía una ligera curva hacia abajo, cual sable de carne. Imitándolo, Ramón tomó el taparrabos, asombrándose por la gran mancha espesa y cristalina de preseminal, sin dudar la acercó a su hocico e inhaló, tenía un aroma fuerte, a macho, a verga, huevos y sudor. Cuando se lo despegó, la nariz de Ramón brillaba por el preseminal que se le había impregnado. 

Con hambre bestial, Júpiter se hincó y de un solo bocado, tragó el pene de Ramón hasta que su nariz chocaron con sus pendejos. El tigre gimió de placer al sentir la cavidad caliente y la lengua húmeda del guerrero que le succionaba con fuerza. De forma erótica, Ramón tomó una de las varias botellas de cerveza que trajo consigo y la vertió sobre su pecho, dejando que el líquido se deslizara por en medio de sus pectorales, bajara por su abdomen y descendiera por su pene y testículos. Júpiter permaneció con la boca abierta y con la punta de la lengua en el glande del tigre, admirando la cascada hasta que pudo tomar el alcohol del pene de Ramón, dando tragos sonoros con una sed erótica.

Cachondo por la escena, Ramón tomó las orejas del hombre y sin consideración, comenzó penetrarle la boca y garganta con dureza. Júpiter disfrutó del castigo, pero, dispuesto a demostrar que él era el macho alfa, se afianzó a las nalgas de Ramón, le engulló y, con un movimiento de brazos, logró que el tigre pasara sus piernas por encima de sus hombros, sorprendiéndolo, se levantó mientras cargaba a Ramón y le succionaba con ahínco. El tigre rugió de placer y apenas logró agarrarse de la cabeza del enorme hombre mientras éste lo torturaba a mamadas, incluso creyó sentir que la lengua de Júpiter le tocaba los testículos de vez en cuando.

Superado, Ramón apretó la nuca del hombre y explotó con un rugido, preñándole la boca con cuatro disparos calientes de leche de tigre. El guerrero gimió de gusto y bebió el néctar de aquel macho, disfrutando de su sabor amargo hasta que dejó de eyacular.

Notando que el tigre perdía fuerza, el hombre se hincó y Ramón regresó al suelo, donde, sin perder tiempo, el tigre tomó una botella, llenó sus mejillas y justo después, tomó a Júpiter de la cara y le plantó un beso, compartiéndole el alcohol que no había tragado. El hombresote gimió de placer mientras no dejaba de masturbarse, ahora con una mano lubricada por completo por su preseminal.

Cachondo, el tigre levantó al gigante por las axilas y lo dirigió a la cama, donde Júpiter se dejó caer. Aunque el colchón era grande, los pies y las manos del hombresote sobresalían de la pieza.
Ramón tomó otra botella, la abrió y le dio un trago discreto, después se la pasó al hombresote quien le dio un trago largo y generoso. Sin perder ritmo, el tigre se subió a la cama y se sentó sobre la pelvis de Júpiter, acariciándolo su imponente cuerpo, masajeándolo, besándolo. Primero sus enormes brazos, después sus bíceps, sus hombros, su cuello.

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora