Redacción: Ernesto Esquivel D.
Historia y personajes: Garrick.
Las calles del centro de la ciudad estaban repletas de gente: unos buscaban regalos de última hora, otros, los ingredientes finales para sus cenas. Todos se apresuraban, abarrotando tiendas y mercados, conscientes de que esa misma noche era Nochebuena.
La plazuela principal estaba decorada con adornos de Navidad, provocando emoción en las personas que tomaban fotos con cada arreglo.
Por ahí paseaba el ansioso Ramón que, con una mano rascándose la nuca, preocupado, meditaba qué podría hacer de cenar para su novio, tomando ideas de algunos puestos de comida cercanos que ya tenían comida preparada en exhibición, aunque no lograban darle la mejor opción.
El par de novios había quedado en pasar la noche juntos, ya que Mauricio aprovecharía para visitar a su familia, mientras que don Mario saldría y llegaría más tarde a casa.
Desesperado, el tigre llegó a un pequeño parque, donde había unas cuantas familias y personas solitarias disfrutando de su mañana.
Mientras seguía pensando, Ramón caminó sin rumbo fijo, logrando percibir un delicioso aroma que lo hizo olfatear de forma repetida y, siguiendo el rastro, se encontró a un jabalí, frente a una mesa de madera cubierta con un mantel de colores, colocando sobre ésta cuchillos, tenedores y cucharas. Sobre la madera reposaba una suculenta pierna de cerdo a la naranja, humeante, de corte exquisito y textura jugosa que despertó por completo su apetito. Junto a la pierna, reposaban un refractario con ensalada de manzana, pan de ajo horneado y un plato rebosante de espagueti a la boloñesa, cada uno emitiendo una fragancia irresistible.
Al terminar de poner la mesa, el jabalí notó la presencia curiosa de Ramón, acercándose a la comida, observando que olfateaba con antojo.
— Te gusta el aroma, ¿verdad? — preguntó Gluto con orgullo.
— Demasiado — respondió el muchachote sin dejar de admirar los platillos — ¿Usted hizo todo esto?
— ¡Por supuesto! — aseguró sacando el pecho.
El jabalí tomó una cuchara mediana, se acercó a su comida, tomando un poco de la pierna del cerdo y, con cuidado, se la entregó a Ramón.
— Toma, prueba. Es pierna a la naranja. Está caliente — advirtió Gluto, con una sonrisa.
El tigre tomó el cubierto con gracia, sopló con delicadeza sobre el humeante trozo de pierna y luego lo llevó con hambre a su boca. Un cosquilleo recorrió su paladar al probar el exquisito manjar, masticándolo con deleite y éxtasis, mientras el caldo aún se deslizaba de forma suave de ese pequeño pedazo tan tierno y sabroso.
— ¡Wow! ¡Esto está buenísimo! — exclamó antes de pasarse el bocado —¡Usted es un gran cocinero, sin duda! — reconoció Ramón.
Gluto se quedó desconcertado al escuchar el cumplido inesperado, como si el elogio hubiera detenido el tiempo a su alrededor. Su piel se enchino y un escalofrío cálido cruzó su cuerpo; por un momento, su corazón resonó con aquellas palabras sinceras que acababa de escuchar.
— Gracias... — se limitó a contestar.
— Sé que es mucho pedir, pero... — Ramón devolvió la cuchara a Gula — La verdad llevo rato buscando y pensando en qué hacer de cenar para esta noche y, quería preguntarle si... podría decirme cómo hizo todo eso tan delicioso — pidió, señalando los platos en la mesa.
— ¡Ey, ey, ey! — exclamó una voz coqueta, detrás del muchachote.
Al girar, se encontró con Lusto, risueño, con la cola erguida y moviéndose de forma lenta de un lado a otro, asechando con una mirada intensa a Ramón.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Adventure- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...