10 - Cuchara

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— ¿Tienes algún poder? — interrogó Karen.

Acedio se encogió de hombros. 

— ¿Habilidades?

— Puedo dormir todo un día entero, quizá dos, pero me cansa. 

— ¿Talentos?

— Puedo hacer la almohada más mullida que jamás hayas tocado.

— ¿Vuelas?

El agreste despegó la mirada del celular y miró con burla a la mujer. 

— ¿En serio?

Sentada en un elegante escritorio, Karen puso sus manos en su frente.

— ¿Qué clase de calamidad inútil eres? — espetó con hartazgo. 

— El mejor sin duda — aseguró el conejo regresando toda la atención a su celular, con la cabeza y orejas colgando del asiento mientras sus patas se balanceaban en el respaldo.

Karen exclamó con frustración, Baxter era un ser complejo, pero demasiado inútil para ella y sus propósitos. 

— Señorita Karen, ¿tiene un segundo? — preguntó un científico, acercándose con precaución. 

— Pffff, ¿señorita? — Acedio arqueó una ceja antes de soltarse a reír. 

— ¡¿Qué diablos quiere?! — respondió la mujer, enojada.

El hombre se encrespó por la respuesta, pero sobreponiéndose, miró hacia atrás y con una seña, cinco investigadores entraron tras él, el equipo de desarrollo e investigación de Karen.

— Hemos conseguido crear un compuesto siguiendo las investigaciones conseguidas del doctor Butoli — uno de los científicos se acercó y con cuidado, dejó sobre el escritorio un vaso de precipitado con un líquido color azul. 

Karen al fin enderezó la espalda y miró con interés el compuesto logrado.  

— No ha sido sencillo, tuvimos que indagar mucho, investigar por nuestra cuenta e incluso tuvimos...

— Sí, sí, sí, ¿funciona? — interrumpió la mujer a la científica que intentaba explicar. 

El equipo se miró entre ellos. 

— Creemos que sí.

Pereza levantó la cabeza mostrando un rostro burlón, cosa que Karen notó.

— ¿Creen? — replicó la mujer indignada incomodando a los presentes. 

— Bueno, lo que pasa es que, al intentar completar las partes faltantes de la investigación de Butoli, tuvimos que añadir componentes para acércanos al resultado del experimento 1-5, sin embargo, al hacerlo nos dimos cuenta que... 

— ¡Concreticen! — Karen golpeó el escritorio con ambas manos.

— El compuesto que creamos es bebible, pero debe reposar... — declaró el jefe del grupo — al menos por tres años.

Pereza soltó una risita mientras veía como el rostro de Karen pasaba por distintos tonos de rojo. 

— ¡Despedidos! ¡Todos están despedidos! ¡Bola de inútiles! ¡Quiero resultados ya! ¡Fuera de aquí! 

— Pero, señorita...

— ¡Largo!

Los miembros del equipo se miraron entre sí y, a su pesar, abandonaron la oficina, dejando tras de si una pila de documentos y el compuesto en el escritorio de Karen. 

La mujer, abrumada, se desplomó sobre su escritorio, cruzó los brazos y dejó caer la cabeza sobre ellos. 

Baxter curioso, giró en el sillón, se levantó del suelo con calma y se acercó al recipiente. 

— ¿Qué hace esto?

— Se suponía que iba a ser mi pase de entrada para el alto mando — explicó entrelazando sus dedos tras su nuca —, una dosis de eso y podría convertir cualquier humano en agreste. 

— ¿En verdad? — el conejo tomó el frasco con el líquido azul entre sus manos — Suena divertido.

— Divertido o no, de nada sirve si no puedo usarlo hasta dentro de...

— Listo.

— ¿Listo?

— Sí, ahora podemos probarlo y ver si funciona. 

— ¿Cómo que probarlo...?

Karen levantó la cara y para su asombro el vaso ahora mostraba un líquido color rojo sangre.

— ¿Te paso una cuchara?

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora