04 - Levanta la cara

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Redacción: Blackjoey

Historia y personajes: Garrick



— ¿Y este oso? — expresó Don Mario — ¿Quién diablos es? 

La mirada desconfiada del hombre se posó sobre la cara de Raúl.

— ¡Papá, ya te había dicho! — la mano de Ramón se posó sobre el hombre — Él, es Raúl. Viene a comer con nosotros. Además, nos va a ayudar con tu salud. 

Ramón volteó hacia su compañero de gimnasio, ahora ataviado con una camisa blanca y pantalón de vestir bien ceñidos, dándole un porte de ejecutivo mamado.

— Bro, este es mi 'apá, Mario.

— Buena tarde — Ramón estiró la mano, pero el padre permaneció inmóvil —. Como dijo su hijo, vengo a apoyarlo. — el fortachón no se había sentido tan nervioso desde que le tocó conseguir a sus primeros clientes.

— Con que viene a comer, ¿eh? —  la voz ronca de Don Mario llenó la sala mientras miraba a Raúl, escaneándolo de pies a cabeza. — Pues espero que hayan traído suficiente carne para todos. 

Don Mario dio media vuelta, caminó hacia el comedor, movió de manera pesada una vieja silla, dejó caer su peso y, con un gruñido de cansancio, levantó el celular que había dejado sobre la mesa. 

Raúl sintió la mano de Ramón tocarle el hombro. Aliviado y con una gran sonrisa en el rostro, su amigo le indicó que lo siguiera.

— ¿Ya te tomaste tu medicina hoy, 'pá? 

— ¿Medicina? —  susurró Don Mario, sin despegar la mirada de la pantalla — Cierto, cierto, se me pasó. 

— ¡Papá, ya sabes que te la tienes que tomar! — reclamó Ramón, decepcionado.

— Bueno, ¿qué quieres que haga si se me olvida?

— 'Pa, por favor tómatela. Quiero que estés bien.

Raúl guardaba silencio, observando el conflicto entre padre e hijo. Se cuestionó la edad de aquel señor que, a pesar de los tonos grises que desprendían de su castaña cabellera, no debía superar los cuarenta años.

— Perdón, hijo — la seriedad de Don Mario se desvaneció —. Sé que tengo que cuidarme, pero es difícil. Además, sabes que estaré bien — una cálida sonrisa se dibujó en su rostro —, siempre estoy bien.

— ¿En verdad se encuentra bien? — cuestionó Raúl.

— Si, fabuloso, ¿no me acabas de oír? — respondió con tosquedad — Estoy bien y estaré bien, muchacho.

— Lo escuché perfecto — mencionó Raúl —. Es solo que el otro día vi a su hijo un poco preocupado por usted y pues...

— Si, 'apá — interrumpió Ramón.

— Una recaída menor, fue todo — justificó Don Mario —, nada de lo que alarmarse.

— Claro — comentó Raúl, suavizando su tono de voz como había aprendido en sus cursos — ¿Puedo ser honesto con usted, Don Mario?

— Ya que.

— Vengo aquí a apoyarlo con lo que está pasando. Estudié un poco de nutrición y se lo que...

— ¿Qué sabes tú de mi enfermedad? ¿Acaso me vas a dar más medicina?

— No, señor.  Conozco lo que está pasando, es molesto cambiar los hábitos, modificar la comida. Pero la vida es de cambios — habló por experiencia — y uno tiene que aprender a sobrellevarlos, a veces no por nosotros, sino por los demás, por aquellos a quien amamos.

La balada de los pecadores: Fabula DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora