Redacción: S. González
Historia y personajes: Garrick.
El par dejó el coche varios metros antes para que nadie escuchara el motor. Descendieron en silencio y se acercaron con sigilo, atajándose tras unos troncos anchos.
A través de la línea de árboles podían ver la casa, un tanto separada del bosque por una pequeña extensión de pasto. Pierrot y Rentería se habían detenido, pues el sabueso había detectado cierto aroma familiar.
— Y ¿tienes un plan? — preguntó el detective.
— Así es — el guardaespaldas respondió distraído, intentando apreciar la casa de madera en su totalidad —. Tú te vas y yo me encargo de lo demás.
— ¡¿Qué?! — replicó el sabueso un tanto indignado —. No seas ridículo, aún no sanas del todo.
Pierrot sabía que el detective tenía razón, aún tenía algunas heridas vendadas que necesitarían más tiempo para cicatrizar, incluso gruñó de dolor al rebuscar un objeto en un bolsillo interior y sacar de él, un cristal de color opaco que entregó a Rentería, haciéndolo enmudecer.
— Es una imitación — aclaró el guardaespaldas —, puede pasar muy bien por la original. Ve con tus superiores y entrégala, eso resolverá tu caso.
— ¡Pero no podrás tú solo, apenas te podías levantar hace dos días!
— Estoy bien — objetó Pierrot, avanzando unos pasos hacia la casa.
— Dos de ellos te derrotaron — le recordó Rentería — y puedo oler al menos cuatro ahí dentro.
— La verdadera gema está ahí — Pierrot señaló a la casa, lo cual le produjo una punzada en el costado —, está a mi alcance y he de recuperar mi honor.
El sabueso observó la gema falsa, una parte de él se sentía satisfecha de poder resolver el caso del robo al museo, mientras que otra estaba preocupada por su compañero.
— Si vamos los dos tendremos mejores posibilidades — Rentería avanzó, pero sintió una mano pesada en el hombro que le detenía.
— Reconozco que me confié la primera vez — había rabia y preocupación en la voz de Francesco —, pero no cometeré el mismo error. Sé que lo lograré.
— Me vale, igual iré.
Pierrot afirmó su agarre en el hombro de Rentería, el sabueso escuchó un nuevo gruñido sutil de dolor.
— No, no lo harás —le ordenó Francesco, pero no había duda en los ojos del sabueso.
— Claro que sí — Rentería suavizó la voz —, nos ayudamos, recuperamos la gema, y regresamos juntos a entregar la réplica, eso es lo que hacen los amigos.
La declaración enterneció a Pierrot, quien bajó la cabeza y retrajo su mano, disminuyendo el dolor de su cuerpo. Una sonrisa discreta se dibujó en la cara del enmascarado.
— Gracias, pero no — pronunció con firmeza —. Esto es importante para mí, así que no quiero contenerme, y no podré concentrarme si estás ahí conmigo. Fallé una vez, y esta es mi oportunidad de hacerlo bien.
— Paco...
— Te diré que haremos — dijo Francesco, interrumpiendo al canino —. Quédate aquí, puedes escuchar todo lo que pase, pero solo intervendrás si ves que algo me ocurre. Pelearé como mejor se hacerlo.
— ¿Qué harás con exactitud? — preguntó el sabueso.
— No los mataré si eso te tranquiliza — el tono frío de la voz de Pierrot había vuelto —, pero haré lo necesario.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Aventura- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...