Historia, personajes y redacción: Garrick.
— Aquí fue donde me enfrenté contra él.
Francesco Pierrot y Maximiliano Rentería llegaron al parque, donde, aún algunas manchas de sangre pintaban el césped verde. El sol de la mañana iluminaba con fuerza mientras que una brisa fría refrescaba el ambiente.
— Por aquí — reveló el sabueso olfateando —, el oso y el ladrón huyeron por aquí.
El par caminó por la ciudad siguiendo el rastro, destacando de entre todos al ser un agreste en gabardina y un enmascarado alto y fornido, caminando despacio tras el can.
— ¿Disfrutas el paseo? — mencionó Francesco al ver que el perro movía la cola de forma alegre.
— No puedo evitarlo, el sol se siente cómodo en mi pelaje y hace rato que no salía. ¿Tú cómo estás?
Maximiliano se detuvo y levantó las cejas, preocupado. El enmascarado luchaba por seguirle el paso, llevaban un par de horas fuera y el hombre, aunque caminaba despacio, ya estaba agotado.
— Tus heridas no han cerrado del todo — comentó Rentería mientras Francesco le alcanzaba.
— Tonterías, nuestra prioridad es recuperar la piedra.
— ¿Y si los encontramos? ¿Los enfrentarás así?
— Si es necesario lo haré — declaró el enmascarado, preocupando a su compañero.
— Quizá lo mejor sería descansar un rato — propuso el detective.
— No — replicó Francesco, terco, soportando el dolor —. Al menos no hasta que des con ellos.
Rentería negó, levantó el hocico, cerró los ojos y olfateo el aire.
— El rastro, aunque difuso, está presente, no lo perderé — le aseguró —, pero antes, lo mejor será descansar y comer un poco.
— No hay tiempo para eso — respondiendo, la panza de Francesco chilló como zaguán mal engrasado.
— Wey, salimos tarde porque te demoraste en despertar, no desayunamos nada y ya es casi medio día — expuso Rentería, cruzando los brazos —. Podremos descansar mientras comemos, pero si sigues así, te llevaré al doctor, lo quieras o no.
Con ojos cansados, Francesco miró al sabueso y, resoplando, accedió.
— Esta bien, creo, puedo llamar a alguien y conseguir una reservación en...
Sin terminar de hablar, Rentería tomó a su compañero del brazo y guiándolo, cruzaron la calle y entraron en una fonda para desconcierto del enmascarado y de los comensales curiosos.
El lugar era pequeño, con unas seis mesas más, una cocina al fondo y un olor cálido a jitomate, cebolla y especias. No estaba bien iluminado, dejando al par deslumbrados al entrar por la diferencia lumínica, al fondo, una radio vieja emitía canciones antiguas de guitarra.
Tras unos pasos, lograron ver un pequeño lavabo blanco con jabón líquido al lado dispuesto para todos, el par se enjabonó y enjuagó las manos, para después sacudirlas a falta de toallas.
— ¿No hace falta una reservación? — preguntó Francesco, mirando con desconfianza el lugar una vez que sus ojos se habituaron.
— Naaa, con que haya un par de sillas libres, la mesa es nuestra — el sabueso movió la silla y se la ofreció a su compañero, quien tomó asiento un tanto incómodo mientras Rentería se sentó junto a él.
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La balada de los pecadores: Fabula Drakone
Aventura- Damas y caballeros, niños y niñas. Bienvenidos a nuestra humilde función. El día de hoy presentaremos una obra llena de emoción, acción, terror y amor. Ramón Martín, un carismático y efusivo gymbro, ha decidido hacerse amigo del tosco Raúl Navarr...