76. Invasión

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 Sver lanzó los dados y levantó un puño en señal de victoria.

 —¡Ja! ¡Gano yo! —dijo.

 —Has tenido suerte —refunfuñó Shura.

 —Por supuesto, es un juego de azar.

 La mandjetita tiró sus piezas y se cruzó de brazos.

 —Odio este juego —se quejó—. ¿Qué sentido tiene jugar a esto si dependes de la suerte?

 —Pues un poco como la vida misma.

 —Ni se te ocurra intentar darme lecciones de vida para convencerme de jugar otra ronda.

 —Había que intentarlo. ¿Quieres algo de zumo?

 Shura aceptó y Sver cogió la jarra que los sirvientes de Yad les habían dejado antes, pero antes de que pudiese servir a su amiga, los dos escucharon unos gruñidos guturales y unos pasos detrás de ellos.

 —Buenos días, Tenai —dijo la mandjetita—. Veo que has dormido bien.

 —Sí, sí, lo que tu digas —respondió la sombramante con voz algo ronca—. ¿Dónde está el desayuno?

 —Se llevaron lo que había sobrado hace una hora.

 —¿Qué? ¿Estás de broma?

 —Aún queda un poco de zumo si quieres —ofreció Sver.

 —Tendrá que valer.

 Sver cogió un vaso limpio y se acercó a Tenai, pero esta le quitó la jarra de las manos y bebió directamente de ahí.

 —Eso está mejor —dijo cuando se sintió saciada—. Bueno, ¿qué toca hacer hoy? ¿Tenemos audiencia con su sangrienta majestad?

 —No creo —respondió Sver mientras miraba con tristeza la jarra vacía—. Si Yad quisiese vernos ya nos habría llamado.

 —Entonces me temo que tendréis que pasar el día acompañados de mi brillante presencia —dijo Tenai mientras se señalaba a sí misma.

 —Una tortura inigualable —respondieron a la vez Sver y Shura.

 —Venga, ¡no digáis eso! —Tenai se acercó al balcón y señaló al cielo, completamente despejado y brillante— ¡Podríamos ir a explorar la ciudad o cualquier cosa!

 —Tenai, creo que el tiempo está en tu contra —dijo Sver.

 —¿A qué te refieres?

 Pero antes de que el chico pudiese responder, la iluminación de la sala decayó rápidamente. En un instante, el cielo había quedado cubierto, augurando una tormenta eléctrica.

 —¿Qué? —preguntó Tenai, atónita— ¡Malditas nubes!

 —Espera, no es normal que el tiempo cambie tan rápido.

 Los tres jóvenes salieron al balcón y notaron las primeras gotas de una lluvia que rápidamente se volvió torrencial, seguidas de un par de truenos.

 —¿Qué demonios está pasando? —preguntó Tenai.

 Sver miró a un lado y, sin avisar, tiró de sus amigas, obligándolas a entrar a la habitación y evitando que un tentáculo enorme las aplastase. Cuando pudieron recuperar la compostura, se dieron cuenta de que ya no había un balcón.

 —¿Qué fue eso? —gritó Tenai.

 —¡No lo sé! —respondió Sver.

 —Sea lo que sea, ¡tenemos que salir de aquí! —ordenó Shura.

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