La tierra teñida de rojo, los soldados muertos, el nauseabundo olor era insufrible. Cada asesinato le hacía más fuerte.
Todos pensamos que lucharíamos una batalla como otras tantas. Nuestros soldados temían morir, pero confiaban en que sus esfuerzos ayudarían a ganar la guerra.
Sin embargo, cuando fuimos a enfrentarnos a la armada de Yad no nos encontramos con un poderoso ejército, solo con un hombre. Al principio nos burlamos de su osadía. Simplemente estaba ahí, de pie, desarmado, sonriendo. ¿Era una emboscada? No podía ser, estaba solo en medio de la llanura. ¿Acaso se estaba rindiendo?
Envié un pequeño pelotón para que se encargara de él.
La escena que vi después es algo que no me atrevo a describir. Todos mis soldados cayeron como moscas. ¡Todos!
Tras masacrar con facilidad al pelotón, Yad empezó a correr hacia el resto de nuestras filas, cubierto de sangre y con una macabra sonrisa en su rostro.
Fue en ese momento en el que nos dimos cuenta de que habíamos perdido la batalla antes de empezarla. Las esperanzas de ganar... las esperanzas de volver a casa... toda esperanza desapareció y fue sustituida por miedo.
Un miedo primordial que se contagió entre todos nosotros. No podíamos matar a ese hombre... no. Eso no era humano.
No hizo falta ordenar la retirada. Todo el mundo intentó escapar mientras Yad mataba rápidamente nuestros soldados. Los menos afortunados caían en sus manos. Los más lentos eran aplastados por los otros. Incluso nuestras monturas corrieron más rápido de lo que jamás habían hecho.
En ese momento no había distinción entre hombre o mujer, rico o pobre, joven o anciano, soldado raso o general, animal o persona. Todos teníamos lo mismo en nuestra cabeza: Huir de ese caótico infierno antes de que Yad nos atrapase. Sobrevivir.
-Informe de un comandante mandjetita.
Ya desde sus primeros años, Yad destacó lo suficiente como para llamar la atención de Emón. Durante muchos años, Yad sirvió fielmente al viejo dios, llevando a cabo las misiones que este le encomendaba. Rápidamente, logró ascender entre las filas de Mandjet y se convirtió en una figura de suma importancia en toda Esdria, sirviendo a Emón como uno de sus más fieles generales.
Sin embargo, la relación entre el rey de Oronus y Yad no se quedó simplemente en eso. Entre ambos surgió una fuerte amistad hasta el punto en el que Yad fue una de las personas más cercanas al dios.
Cuando el rey de Varod, nación vecina a Oronus, falleció, Emón le dio el control del país a su buen amigo Yad, convirtiendo a Varod en una de los pocos países que no estaban controlados por una deidad emónica.
Durante los años venideros, las obligaciones de Yad como nuevo líder de Varod impidieron que pudiese viajar mucho a Mandjet, pero la amistad entre ambos nunca mermó.
Sin embargo, sin aparente explicación, Yad decidió bloquear toda relación entre Oronus y Varod. Cuando Emón se dio cuenta, descubrió que Valed había declarado la guerra a su nación vecina.
El comienzo de la guerra pilló por sorpresa a Emón, tiempo que Yad aprovechó para lanzar varios ataques sobre la frontera.
Tras perder parte del territorio, Emón envió su propio ejército para contrarrestar el de Yad y pronto se distinguieron dos tipos de batallas. Las primeras, eran mucho más lentas y exhaustivas, ninguno de los dos bandos tenía ventaja. El segundo tipo de batallas eran en las que el propio Yad participaba. Como contraataque, Emón decidió lanzar su propia ofensiva. Pronto recuperó el territorio que había perdido al principio de la guerra, pero cuando el ejército intentó invadir parte del territorio original de Varod, en ocasiones se encontrarían con Yad en persona. Los primeros que se enfrentaron a Yad se sorprendieron al ver que estaba solo, esperándoles, en medio de una llanura.
Al principio le tacharon de loco y necio, pero pronto Yad demostró que no necesitaba la ayuda de ningún ejército. Los primeros soldados que se enfrentaron a él murieron rápidamente. Tras las matanzas de Yad raramente había supervivientes, pero los pocos que lograron escapar desertaron inmediatamente.
Rápidamente, Yad se ganó el apodo de "el sangriento". Cualquier batalla en la que él aparecía, dejaba de ser una batalla, se convertía en una carnicería. Cada asesinato lo hacía más fuerte; cada gota de sangre derramada, más poderoso.
Tras varias batallas, Yad dejó de aparecer y ambas naciones, Oronus y Varod; se sumieron en una guerra que sigue durando hasta el día de hoy, sumida en un profundo estasis.
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Esdria
FantasyHace mucho tiempo, Lord Emón descendió de los cielos para desterrar a los demonios, grotescas criaturas de más allá de este mundo Ahora el mundo de Esdria es mucho más tranquilo y los demonios rara vez se ven Esta es la historia de cinco jóvenes de...