44. El mensaje de Krada

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 Sver abrió los ojos, aunque seguía viendo borroso. Hizo memoria. Lo último que recordaba era estar con Shura y Tenai en la habitación del orbe de Ulema gigante .

 Se empezó a levantar a medida que le volvía la vista. Estaba en esa misma habitación, pero todo parecía teñido con un tono azulado.

 El chico buscó a sus amigas, pero no las encontró. La única persona que había en esa sala a parte de él era un hombre que estaba tocando el gigante orbe. Un hombre que le estaba mirando. Un hombre que Sver reconoció.

 —¿Krada?

 El hombre no respondió inmediatamente.

 —Sver, Tirié... si estáis viendo esto, es que he sido capturado. Puede que ahora mismo esté muerto. Sé que es extraño, pero la verdad es que estáis viendo un recuerdo que introduje en el núcleo del templo.

 Krada miró hacia el orbe.

 —Sé que es un truco bastante impresionante —dijo con orgullo en su voz, aunque con tono que daba a entender que no estaba respondiendo a Sver—. Es una técnica que desarrollé cuando estuve en Mandjet. Emón tenía un profundo entendimiento de los recuerdos y gracias a él ahora puedo hacer esto.

 El Ulemo no dijo nada durante unos segundos.

 Sver, Tirié... —añadió con una voz más profunda— no os lo dije nunca, pero la verdad es que serví a Emón directamente. Aunque os sorprenda, fui uno de sus Tres Grandes Generales....

 »Durante mis años con el rey, hice muchas cosas cuestionables. Todos nos autoconvencimos de que era por un bien mayor, de que hacíamos lo correcto, que lo hacíamos por Esdria. Y es cierto que muchas de las cosas que hacíamos estaban bien, pero creo que en realidad eso solo nos cegaba más.

 »Un día descubrimos cuáles eran las verdaderas intenciones de Emón. Está tramando algo grande. Muy grande... y muy malo. No podíamos permitirlo, toda Esdria necesitaba que le detuviésemos, pero no podemos enfrentarnos a él solos. Es demasiado poderoso y tiene demasiado apoyo.

 »Mis queridos alumnos. Sois jóvenes y podríais tener un futuro maravilloso por delante, por eso no quiero arrastraros en esto. Sin embargo, quizás ese futuro no llegue. Vuestra ayuda podría ser clave para salvar Esdria. La razón por la que os envié primero a este templo en vez de algún otro es porque así podríais escuchar esto. Y porque quiero daros la oportunidad de elegir.

 »El plan de Emón pondrá en riesgo a todos, pero si os digo aquí lo que quiere hacer no habría vuelta atrás, tendríais que oponeros o uniros a él. Esta es vuestra elección: en el templo de Varod he dejado un mensaje como este con lo que sé del plan de Emón. Si no queréis tener relación con todo este asunto, lo entendería. Pero, si queréis tener un futuro, si queréis ayudarme a detener a Emón, viajad al templo de Varod.

 De repente, todo empezó a volverse más borroso.

 Sver notó un par de voces cerca mientras despertaba. Cada vez pudo distinguir mejor que eran las de Shura y Tenai.

 —¿Y tú no puedes hacer nada? —preguntó la sombramante.

 —Soy muchas cosas, pero no sanadora.

 Sver abrió los ojos poco y vio a sus amigas inclinadas sobre él.

 —Ey... —susurró con poca voz.

 —¡Sver! —dijeron Shura y Tenai a la vez.

 —¿Estás bien, enanito? —preguntó la sombramante mientras agarraba a Sver de los hombros.

 —Eres una bruta —dijo Shura mientras apartaba a Tenai y ayudaba a Sver a sentarse poco a poco—. ¿Cómo te encuentras? ¿Te duele algo?

 —No. Solo estoy un poco aturdido —contestó el ulemo.

 —Nos has pegado un buen susto, enanito —se quejó la sombramante—. Estaba pensando que tendría que coger tu orbe y hacer esas cosas raras para despertarte.

 —Estabas proponiendo restregarlo contra su cara —delató Shura.

 —Ey, tranquilas —comentó Sver—. Estoy bien.

 El chico se levantó como pudo.

 —¿Qué pasó? —preguntó Tenai.

 —Aún no estoy muy seguro del todo —No sabía si comentarles la visión que tuvo—. Quizás es que simplemente el orbe llevaba sin activarse demasiado.

 Sver alzó la mano hacia el orbe gigante, aunque con la precaución de no tocarlo. Rápidamente logró establecer un vínculo con él, como solía hacer con el suyo propio. No era muy distinto.

 Sin embargo, lo que sí que notó que era distinto, era la magnitud del orbe. No solo era la masiva esfera, también notaba todo el templo: todas las plataformas, puertas, lámparas... Sentía que todas estaban bajo su control. Así que simplemente decidió cambiar el color de la luz a un suave tono anaranjado.

 —¿De qué color queréis la luz?


 Durante los siguientes días, decidieron quedarse en el templo a descansar un poco. Continuaron explorándolo. Descubrieron, entre otras, una sala llena de distintas medicinas, seguramente en mal estado; una sala enorme vacía que Shura y Sver decidieron usar para sus entrenamientos diarios; una colección de arte que Tenai quiso robar para revender; un enorme comedor con cientos de asientos y una habitación que contenía varios orbes de Ulema.

 Sver se pasó buena parte de su tiempo en la gran biblioteca, principalmente observando las distintas técnicas de combate ulemas que Krada nunca le enseñó. A pesar de que muchas eran difíciles, no le costaron mucho. Su maestro insistió en que tuviesen un dominio de los fundamentos y se notaba.

 Durante sus combates de entrenamiento con Shura, aplicó buena parte de lo aprendido. La psíquica tuvo que evitar una red hecha con el orbe, ataques de proyectiles con trayectorias complicadas y la nueva técnica estrella de Sver: manipulación de sentimientos.

 —Sabía que el orbe de Ulema era capaz de cambiar las emociones —comentaba Sver mientras cenaban—, pero no hasta este punto. Tenai, ¿te acuerdas de aquel entrenamiento en el que combatiste contra mí?

 —Sí —respondió la sombramante.

 —¿Y te acuerdas de que en un momento te caíste al suelo y te asustaste mucho?

 —¿Pretendes restregármelo o cómo va la cosa?

 —Lo que pasó es que proyecté las sensaciones que tenía en ese momento a través del orbe sobre ti.

 —¿Tan asustado estabas? —preguntó Shura.

 —Es que Tenai se movía muy rápido, ¿vale?

 —De todos modos —comentó la sombramante—, eso de manipular los sentimientos puede ser muy útil. Imagináoslo: asustar a la gente tanto que te den todo su dinero.

 —No vamos a extorsionar a la gente para robarles —dijo Shura.

 —Me refería a los nobles. Son unos engreídos. Seguro que no hay problema con esos. ¿No, Sver?

 —La verdad es que aún me cuesta. Tengo que sentir, aunque sea un poquito esa sensación. O recordarla. Es complicado. Desde luego no creo que tenga la habilidad para asustar tanto a alguien.

 —Pero si la tuvieses...

 —No —cortó tajante Sver.


 Saidas estaba comiendo algo mientras buscaba el templo a través de espejos. Tras varios días de búsqueda, empezó a mirar sitios que ya había visitado. Lagos importantes, sitios recónditos, desembocaduras, pantanos... espera... ¿Qué era eso?

 Saidas, a través de la reflexión, vio una estructura de piedra. Creía que ya había investigado ese sitio. ¿Podía ser que...?

 Dejó su comida y empezó a prepararse.

 Saidas, octavo trono de los Ojos Blancos había encontrado el templo ulemo.

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