63. Desaparecidos

4 1 0
                                    

 Cuando amaneció, Tenai no fue a desayunar. Tampoco salió de su habitación en toda la mañana. Sorprendentemente, no era porque se hubiese quedado dormida. No. Llevaba dándole vueltas toda la mañana a la oferta de su tía: quedarse ahí con ella en vez de viajar con Sver y Shura.

 Pero al fin lo tenía claro. ¡No era ningún tipo de carga! Cierto, había tenido un par de deslices: cuando Zuei la atrapó con sus cadenas (dos veces), cuando Saidas la dejó fuera de combate con un solo golpe o como cuando Eburneo la atravesó con su lanza...

 Pero también había evitado que un demonio le arrancase la cara a Sver (dos veces), los había infiltrado en la capital de Agdenor y, sobre todo, había logrado robar exitosamente una flor para Shura.

 Estaba decidido. Tenai salió de su habitación, muy dispuesta a encontrar a su tía y a decirle que viajaría con sus amigos. La primera parte, no fue difícil. Naidia estaba en la cocina, comiendo algún tipo de carne.

 —Hola, Tenai. Tan madrugadora como siempre —saludó la mujer con sarcasmo.

 —Tía, hay algo que quiero decirte.

 Naidia alzó una ceja.

 —¿De qué se trata?

 —He estado pensando. Sobre lo de quedarme aquí y practicar contigo y... al final he decidido viajar con Sver y Shura.

 —¿Por qué?

 Tenai sintió como si la apuñalasen con algo muy frío. Naidia lo había dicho con una extraña mezcla de incertidumbre y neutralidad, como si no pudiese pensar en ningún motivo y exigiendo que le diesen uno muy bueno. Fueron dos palabras, pero lograron que, por un instante, Tenai se lo replantease todo.

 —Pues... eh... —dudó por unos segundos antes de recuperar la firmeza— Llevo viajando con ellos ya un tiempo. Sé que me necesitan y, por otro lado, son mis amigos. Te quiero mucho y no quiero dejarte atrás, pero tampoco puedo dejarlos a ellos solos.

 —Vale, pero, ¿Por qué?

 —Te lo voy a decir, pero no te rías.

 —¿Por qué me iba a reír?

 —Porque nos persiguen los Ojos Blancos.

 El rostro de Naidia quedó marcado por la sorpresa, pero duró poco. La mujer empezó a reírse.

 —¡Te dije que no te rieses!

 —¡Lo siento! ¡Lo siento! —dijo entre carcajadas— La cosa es que, ¿los Ojos Blancos? ¡Cuánta imaginación!

 —¡Pero si es verdad!

 —Oh, ¡por favor! Tenai, los Ojos son un cuento para asustar a la gente. Es todo psicológico —Naidia se dio unos golpecitos en la cabeza con el índice.

 —¡Que no te estoy mintiendo!

 —Ah, pero sí que lo haces. Tranquila, te entiendo. Son tus amigos. Yo también fui joven una vez y habría acompañado a mis amigos hasta el fin del mundo. No eres especialmente fuerte, pero deberías poder apañártelas.

 Tenai no sabía si estaba enfadada, impotente o una mezcla de las dos.

 —Venga, venga, no pongas esa cara —dijo Naidia—. Anda, ve a llamar a tus amigos, que aún no se han levantado.

 Tenai hizo una mueca. Cualquier trazo de ira fue sustituido por incertidumbre. ¿Cómo? Sver y Shura siempre se levantaban antes que ella.

 La joven hizo caso a su tía, subió las escaleras y se dirigió a la habitación en la que dormían sus amigos. Una vez allí, llamó golpeando la puerta varias veces. Sin respuesta. Volvió a intentarlo, esta vez con más fuerza y, nuevamente, sin respuesta.

EsdriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora