3. Shura

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 La luna brillaba intensamente. El cielo estaba despejado y las estrellas eran claramente visibles.

 Desde el pinar, Shura vio el pueblo que descansaba en la falda de la montaña y empezó a acercarse. Quizás ese sería un buen lugar para asentarse durante un tiempo.

 Tras un rato, Shura llegó al pueblo y tan solo algunas ventanas estaban iluminadas. Sin dedicarle mucha atención a ese hecho, fue a buscar la posada. La encontró relativamente rápido y se dirigió a abrir la puerta, pero estaba completamente cerrada. Era raro que una posada como esa estuviese cerrada.

 Shura se acercó a una de las ventanas. Estaban tapiadas por dentro.

 Antes de que Shura pudiese extrañarse más, escuchó un chirrido detrás suyo, posando su mano izquierda sobre la funda de la espada, preparándola para desenfundarla.

 Al otro lado de la calle había una puerta abierta y en su umbral un anciano, que parecía muy nervioso.

 -¿Qué haces ahí? ¡Entra aquí de una vez! ¡Rápido!

 Shura miró al hombre. No parecía peligroso, así que se acercó lentamente a su casa.

 -¡Rápido! -la urgió el anciano.

 Nada más Shura entró en la casa del hombre, este cerró la puerta. El recibidor iluminado con velas no era nada demasiado lujoso.

 -Juzgando por tu capa, eres de Mandjet, ¿no? -preguntó el hombre.

 Shura se bajó la capucha, revelando a una joven de ojos blancos y una melena del mismo color muy larga.

 -Sí -respondió-. ¿Por qué está cerrada la posada?

 -Toma asiento -dijo el hombre mientras entraba a una habitación. Shura le siguió y entró en una pequeña sala de estar que apenas tenía dos sillas, una mesa y algunas estanterías llenas de varios objetos.

 Shura hizo caso al hombre y se sentó en una de las sillas. Entretanto, el anciano se acercó a la venta, movió la cortina y miró durante un rato la calle. Parecía realmente nervioso.

 Finalmente, se alejó de la ventana y encendió unas cuantas velas.

 -Mi nombre es Sediolde -dijo el anciano mientras ofrecía la mano a Shura.

 -Shura, un placer -dijo la joven mientras estrechaba la mano del anciano-. Cómo es que el pueblo está tan... muerto. Sé que es de noche, pero aun así, uno esperaría algo más de iluminación como poco.

 -No has pasado por ningún pueblo cercano por lo que veo.

 -Me temo que he viajado mucho tiempo sin pasar por ningún pueblo.

 -Entonces has tenido mucha suerte. Tanto mala como buena. Buena porque estás viva, mala porque has ido a parar en este pueblo.

 -No es la primera vez que me dicen algo así -dijo Shura, algo aburrida. Sin embargo, preguntó con curiosidad:- ¿Qué le ocurre a este pueblo?

 -No me creerás, pero cada vez que alguien sale por la noche, aparece a la mañana siguiente. Muerto. Su cuerpo lleno de extraños cortes, su piel de un tono azulado... No se trata de un animal o de algo así... Solo alguien lo ha visto y ha sobrevivido. Cuando le preguntaron, dijo que se trataba de un demonio.

 Shura abrió mucho los ojos.

 -¿Un demonio?

 -Sé que parece imposible, sé que Emón los selló hace muchos años. Sin embargo, no puede haber otra explicación.

 -No es imposible -dijo Shura-. Quien quiera que haya sido el que sobrevivió... tengo que hablar con él.

 -Bueno... me temo que es imposible. Murió pocos días después.

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