81. La colmena

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 Shura caminaba por el bosque, detrás de la avispa. Había reconfigurado su mente para que volviese hacia su colmena. Si hubiese sido una persona, no habría hecho algo así, pero las avispas eran una especie de demonios tan poco inteligentes que la joven a veces se preguntaba cómo podían caminar.

 Al menos eso lo hacían bien, o por lo menos lo suficientemente como para volver a su colmena. Aunque el demonio parecía suscribirse a la filosofía de despacito y con buena letra, porque cada poco se paraba para reajustar ínfimamente el rumbo.

 Al principio Shura caminaba con cautela, muy atente por si acaso otras avispas la atacaban, pero a la segunda hora estaba casi deseando que pasase para no aburrirse tanto. Su mayor distracción fue un sonido distante, pero demasiado lejano como para identificarlo.

 Sin embargo, a medida que proseguía, escuchaba más sonidos: Golpes y rugidos. ¿Podría ser la colmena? Shura usó su poder psíquico para entrar en la mente de la avispa. Parecía ser que, sí, estaba cerca. Mucho más de lo que ella esperaba.

 La mandjetita uso su telequinesis para partir el demonio a la mitad y siguió caminando, pero ahora con cierta cautela. No quería que llamar la atención de la colmena, pero los sonidos de una pelea revelaban que el demonio ya estaba dedicando su atención a otra cosa.

 Al final llegó a un claro en el bosque y, de la sorpresa, no pudo actuar.

 En efecto, ahí estaba la colmena. Un monstruo serpentino gigante con varios pares de patas, dos enormes patas raptoriales como las de una mantis y unas fauces enormes. Su cuerpo anaranjado estaba cubierto de agujeros, donde las avispas vivían. Era un ser desagradable, pero eso no fue lo que sorprendió a Shura.

 Luchando contra la colmena, había un majestuoso dragón dorado que la joven reconoció. En su enfrentamiento con el demonio había sufrido algún tipo de corte en el costado por el que sangraba, pero eso no le impidió seguir luchando con llamaradas blancas.

 Shura reaccionó tras unos segundos. Sin dudarlo, salió al claro y usó su telequinesis para paralizar al demonio. El dragón dorado se detuvo también, sin saber por qué la colmena había dejado de moverse y preguntándose si era algún tipo de trampa.

 —¡Mátalo! —gritó Shura— ¡Este bicho es fuerte! ¡No sé si podré contenerlo mucho más tiempo!

 El dragón miró a la joven, sorprendido de que estuviese ahí. Pasaron unos segundos hasta que pudo reaccionar. En su boca, cargó una enorme bola de fuego blanco que disparó contra el demonio indefenso. La colmena ardió por unos segundos antes de quedar reducida a un montón de cenizas.

 Al no haber más peligro, el dragón usó su propio fuego sobre el corte que el monstruo le había hecho, curándolo de forma casi milagrosa. Luego miró a Shura durante unos segundos y esta le devolvió la mirada sin saber muy bien qué decir.

 El dragón empezó a acercarse a la mandjetita, pero su cuerpo empezó a brillar y a cambiar su forma hasta convertirse en un joven de ojos dorados.

 —Efnu... —dijo Shura, desviando ligeramente la mirada.

 El príncipe se siguió acercando hacia ella.

 —Sé que no he... —siguió diciendo Shura.

 Pero antes de poder continuar la frase, Efnu la abrazó. Tras un segundo, la joven le también lo envolvió entre sus brazos, sin ser capaz de contener una lágrima.

 —Ha pasado mucho tiempo —dijo Efnu.

 —Siento haberme ido. Es que... —empezó a decir Shura, pero el chico se separó de ella y la interrumpió.

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