Shura y Tenai primero miraron el montón de cenizas, lo único que quedaba del octavo trono de los Ojos Blancos, Saidas. Luego miraron al ser de piel grisácea de largos brazos ataviado en una túnica roja y negra y con dos enormes protuberancias en su cabeza.
Fuera quien fuese, había pillado por sorpresa a Saidas y lo había incinerado en un instante. Y ahora miraba fijamente a Shura y Tenai.
La sombramante no sabía qué era eso, pero no pudo evitar sentir cierto miedo y dar un paso hacia atrás. Shura, que sí que sabía lo que era, colocó casi instintivamente su espada delante de Tenai, interponiéndose entre ella y el demonio.
—Oh, ancestral ser de más allá del velo, ¿con quién tenemos el honor de hablar? —dijo la psíquica.
Lo que acababa de decir Shura era más bien un intento de sobrevivir. Si el demonio elegía atacarles, no tendrían posibilidad de salir vivos. Sin embargo, con esas palabras, la mandjetita dejaba claras dos cosas: la primera era que estaba dispuesta a hablar y que no tenía intenciones hostiles. La segunda era que conocía la forma correcta de saludar con respeto a un demonio.
El ser esbozó una especie de sonrisa. Eso alivió un poquito a Shura.
—Joven ceniza, veo que conoces bien las viejas costumbres que seres tales como vosotros han de seguir ante la presencia de un gran demonio. Me apena ver que ahora este mundo ha olvidado el respeto que nos debe. Como recompensa, te concederé mi identidad. Soy el General Exeri.
Shura abrió mucho los ojos.
—Pero... pero eso no es posible... ¡Exeri murió en el incidente de Aurixe! No puedes ser él.
Shura tenía mucho miedo. Si realmente era el mismo Exeri...
—¿Muerto? ¿Así que eso es lo que el viejo Emón os ha dicho?
Por un momento Shura no supo qué responder.
—Perdóneme por mi falta de decoro —dijo finalmente—. ¿Puedo hacer algo por usted?
Exeri miró a Shura durante unos segundos. Luego negó con la cabeza.
La mano del demonio cambió su consistencia y la sumergió en el suelo. Pareció forcejear durante unos segundos, pero finalmente la sacó del suelo de un tirón, como si arrancase una mala hierba.
Pero de su mano, no colgaba ninguna hierva. La mano del demonio sujetaba firmemente la muñeca de Sver, que se estaba esforzando por librarse.
—¡Sver! —gritó Tenai.
Shura empuñó su espada con las dos manos.
—Suéltale —dijo.
Exeri las miró. Luego, sin apartar su mirada de las chicas, la mano que sujetaba a Sver empezó a arder con llamas rojas y el chico gritó. Tras un segundo, el fuego desapareció y el demonio arrojó a Sver hacia las chicas, que rápidamente se acercaron a él para comprobar su estado.
Shura se fijó en que Sver tenía una marca que brillaba con un tono rojizo en su brazo.
—Te has fijado, ¿no? —dijo Exeri, señalando la marca— El sello del juramento.
—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó la psíquica mientras ayudaba a Sver a sentarse.
—Pactar —anunció el demonio mientras se acercaba a ellos—. Sois débiles, pero podéis hacer algo que yo no. Vais a entrar en la capital de este inundado país, Aurixe. Una vez allí, habréis de infiltraros en la gran carcasa y acceder a su corazón. Encontraréis una gema, originalmente destinada a ser engastada en la corona de vuestro dios. Traédmela.

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Esdria
FantasyHace mucho tiempo, Lord Emón descendió de los cielos para desterrar a los demonios, grotescas criaturas de más allá de este mundo Ahora el mundo de Esdria es mucho más tranquilo y los demonios rara vez se ven Esta es la historia de cinco jóvenes de...