50. El primer trono

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 —¡Lars! —gritó Tenai mientras se lanzaba encima del animal y empezaba a acariciarlo como si no lo hubiese visto en años.

 —¿Y ahora te pones a mimarlo? —preguntó Sver.

 —¡Por supuesto!

 —Acabamos de enfrentarnos a un trono, hemos robado una joya capaz de controlar demonios, huimos de Aurixe, ¿y te pones a acariciar a Lars? ¡Seguramente los Ojos Blancos estén intentando encontrarnos!

 —Se te olvida la parte en la que robé unas gemas a un noble.

 —¿Qué?

 —Sí, mira —Tenai sacó de su bolsillo algunas gemas. Había diamantes, perlas, rubís, zafiros y una esmeralda que lanzó a Sver—. Esa incluso se parece a la que quiere Exeri.

 —¿En serio te paraste a robar gemas?

 —¡Por supuesto que no! ¡Las robé mientras corríamos! La culpa es del tonto ese que las llevaba en las manos.

 —No, la culpa es tuya.

 —Bueno, no creo que le importe mucho. Seguro que tiene bastantes más.

 —¡Dejad de discutir! —dijo Shura— Sver tiene razón. Nos están persiguiendo Ojos Blancos y deberíamos alejarnos lo máximo posible.

 Sver fue a decir algo más, pero decidió que lo mejor era hacer caso a Shura. Se guardó la esmeralda en el bolsillo, se subió a Lars y luego los tres se alejaron de la ciudad.

 Durante un largo rato viajaron sin interrupciones ningunas. Incluso Tenai intentó un par de veces comenzar algo de conversación, pero tanto Sver como Shura, parecían demasiado inquietos aún como para hablar mucho.

 —Sois unos aburridos. Es obvio que ya no nos van a pillar —La chica se tumbó completamente y se puso a mirar al cielo—. ¡Vaya! Ese pájaro es muy redondo. Espera... ¡Maldita sea! Se está acercando. ¡Odio los pájaros!

 Shura alzó la mirada.

 —¡Eso no es un pájaro!

 El proyectil esférico impactó prácticamente a su lado, reventando el terreno y tirando a Lars. Cuando el polvo del suelo empezó a asentarse, los tres dirigieron su mirada al cráter que había quedado. En su centro, había una pequeña esfera verduzca unida a una larga cadena.

 La cadena se tensó y la esfera volvió a su origen. Una persona.

 Al verla, Shura palideció.

 —No... ¡no puede ser! —dijo con un hilo de voz.

 Hacia ellos caminaba un hombre alto que vestía una pomposa armadura blanca con el símbolo de los Ojos Blancos en el pecho y rodeado por dos dragones grabados en oro. Los brazos estaban cubiertos por mangas anchas y largas de múltiples colores que reflejaban la luz como si fuesen las alas mismas de una mariposa.

 Su cabeza estaba cubierta por una capucha de cota de malla y tenía una máscara con el símbolo de los Ojos Blancos tapando la parte superior de su cara.

 —Buenas tardes, Shura. Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que te vi —dijo—. También es un placer conoceros a vosotros: Sver y Tenai.

 —¿Y quién es este ahora? —preguntó Tenai.

 —Shura, ¿podrías hacer el favor de presentarnos?

 —Ese de ahí... es Eburneo, primer trono de los Ojos Blancos y uno de los Tres Grandes Generales.

 —Espera. ¿Es la mano derecha de Emón?

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