71. La 'guerra'

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 Zuei caminaba tranquilamente por los pasillos del palacio de Mandjet, deleitándose con las preciosas vidrieras y su agradable luz. Estaba tan distraída que no prestó atención al sirviente con el que se cruzó. En condiciones normales tampoco le habría prestado atención, pero ese sirviente cometió un error. Y Zuei por poco no se da cuenta. Por poco.

 —¿Me has mirado? —preguntó la pelirroja Ojos Blancos.

 El sirviente hizo caso omiso y su castigo fue casi inmediato. Cayó al suelo tras un golpe en la espalda de las cadenas paralizantes de Zuei.

 —Te he hecho una pregunta —dijo mientras pisaba al sirviente.

 —Lo siento, Lady Zuei. Fue un error. ¡Perdóneme!

 —¿Fue un error mirarme o ignorarme? El respeto es algo fundamental. El mundo funciona cuando la gente sabe a quién tiene que respetar —una de las cadenas empezó a mecerse perezosamente frente al ojo del sirviente—. Pero, por desgracia, hay gente que no sabe a quién respetar. Esa gente pone en riesgo el correcto funcionamiento del mundo. Habrá que enseñarle esta noción a esa gente, ¿no crees?

 —Tiene razón, Lady Zuei. Me he sobrepasado. No debería haber...

 —Shh. Tranquilo. Todos cometemos errores, ¿no?

 La cadena de Zuei se balanceó con más intensidad y acabó golpeando la cara del sirviente en cada oscilación. El impacto como tal era suave, pero la sensación electrizante de las cadenas pronto se volvió inaguantable.

 Zuei siguió balanceando la cadena unos segundos hasta que decidió que se había cansado. Sin decir más, dejó al sirviente tirado en el suelo y se fue caminando, tranquilamente, con los ojos cerrados y silbando una cancioncita.

 Siguió así un rato, hasta que se chocó con alguien. Eso ya sí que era la gota que colmaba el vaso. ¿Quién se creía tan importante como para interrumpir su paso?

 La joven asesina abrió los ojos y rápidamente palideció. Sin esperar un segundo, se arrodilló y agachó la cabeza.

 —Perdóneme. No le vi, Lord Emón.

 El dios examinó a Zuei durante unos segundos.

 —Sé a qué os habéis estado dedicando Eburneo y tú —dijo tras un rato—. Permíteme darte un consejo. Nunca olvides quién eres, para bien o para mal, independientemente de la cara que portes. Si fracasas, las expectativas de los rostros que te acompañen te reducirán a la percepción más básica de tu persona. Recuerda quién eres originalmente cada vez que tomes una nueva máscara, o acabarás como tu padre.

 »Ahora ve y descansa. Pronto ocuparás un rol relevante.

 —Gracias, Lord Emón. Lo tendré en cuenta.

 —Una última cosa. No quiero que vuelvas a tratar así a ninguno de mis sirvientes, independientemente de su posición. En caso contrario, me temo que tendré que devolverte el favor.

 —Mis disculpas, su majestad. No volverá a pasar.

 Zuei esperó una respuesta que nunca llegó. Tras unos segundos, levantó la mirada, pero Emón había desaparecido.


 —Nos estamos acercando a la frontera —dijo Shura—. Seguramente encontremos algún campamento militar, lo mejor sería evitarlos.

 —¿De qué bando? —preguntó Sver.

 —De ambos.

 —La verdad es que los pueblos cercanos están demasiado tranquilos —observó Tenai—. ¿No se supone que tienen una guerra al lado?

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