Ya habían pasado varios días desde que Sver se había ido del templo de Uljor, dejando a Tirié y a Krada allí. Durante el viaje se sintió algo solo, pero cuando llegaba a los pueblos hablaba con los habitantes, lo que mitigaba el tedio de caminar constantemente.
Sin embargo, cada vez que hablaba con una persona, se daba cuenta de que era capaz de saber perfectamente lo que sentía. Cuando Krada les aceptó como alumnos, pronto les enseñó a Sver y a Tirié que los orbes de Ulema eran "herramientas de los sentimientos".
-Cuando te conviertes en ulemo, obtienes la capacidad de ver las emociones de los demás -les explicó Krada-. Al principio, los ulemos menos experimentados como vosotros apenas pueden apreciarlo, pero llegará un punto en el que se convierta en vuestro sexto sentido. Seréis capaces incluso de percibir lo que sienten otros sin necesidad de usar el orbe.
Y tenía razón. Mientras estaba en Uljor, Sver apenas notaba los sentimientos de Krada o de Tirié, pero cuando comenzó su viaje y hablaba con una persona, sabía perfectamente como se sentía, sin necesidad de esforzarse. Era capaz de saber cuándo alguien estaba triste o contento tan solo con mirarle.
Se había aprovechado de eso para ayudar a algunas personas que estaban tristes, intentando animarlas. Incluso durante su estancia en un pueblo hubo algunos se habían encariñado con él.
Pero era un arma de doble filo. No podía controlarlo, siempre veía los sentimientos de los demás independientemente de si quería o no. A veces se sentía mal porque era como si les estuviese leyendo la mente, pero no podía evitarlo. Aunque también tenía la ventaja de que así sabía cuando le mentían y cuando no.
Sver quitó esos pensamientos de su cabeza y siguió caminando. Había entrado en un pinar y estaba siguiendo un camino. La luz se colaba entre las hojas de los árboles, que proyectaban una suave sombra que se meneaba con la brisa.
Mientras caminaba, empezó a escuchar un silbido y el sonido de unas ruedas. Pronto, un carro propulsado por un voluminoso animal y dirigido por un chico de veintialgo años apareció alrededor de una curva. Se saludaron sin detenerse y continuaron cada uno su camino.
Cuando el carro pasó, Sver empezó a escuchar unos gimoteos.
El joven se giró y vio que en la parte de atrás del carro había unas personas maniatadas intentando llamar su atención.
Sver corrió hacia allí y saltó al carro, que se detuvo inmediatamente. Acercó su orbe de Ulema hacia las cuerdas y las cortó con un pequeño rayo que salió de la esfera.
-¡Corred! -les dijo Sver.
Sin esperar un segundo, los cautivos salieron huyendo.
Luego, Sver se acercó al conductor y le agarró por la camisa que llevaba mientras el orbe de Ulema flotaba amenazadoramente sobre su cabeza.
-¡No me hagas daño, por favor!
-¿Por qué tenías a esos tres ahí detrás? -preguntó Sver con violencia.
-¡Eran ladrones! ¡Los estaba llevando al siguiente pueblo! ¡No me hagas daño!
El orbe de Sver se detuvo en el aire y aflojó la fuerza con la que agarraba al chico.
-Espera... ¿en serio? -preguntó el ulemo, atónito.
-Sí. Intentaron robarnos, pero una chica logró vencerlos y ahora los estaba llevando al pueblo de al lado.
Sver soltó al conductor y se bajó del carro. El chico no estaba mintiendo.
-¿Qué he hecho? -susurró Sver.
-¿Qué voy a hacer? -dijo el conductor, nervioso- ¡El Anciano había confiado en mí!
Sver se acercó al chico.
-Perdóname. Yo me encargaré de ellos. Tú espera aquí mientras los capturo.
-¿Tú solo?
-Sí. Además, si están sueltos es por mi culpa, soy yo el que tiene que encargarse de ellos.
Sin decir nada más, Sver empezó a correr en la dirección en la que los ladrones habían escapado.
Ya estaba anocheciendo y Sver tuvo que usar su orbe de Ulema para iluminar el camino y seguir las huellas que los ladrones habían dejado. En ese momento agradeció más que nunca que Krada le hubiese enseñado que los orbes de Ulema podían emitir luz.
Finalmente, vio la luz de una hoguera más abajo y apagó la de su orbe, que siguió flotando silenciosamente alrededor suyo.
Se acercó lo más sigilosamente que pudo y se escondió entre unos arbustos para espiar. En efecto, alrededor de la hoguera estaban los tres ladrones riéndose.
Iba a usar su orbe para noquear a uno de los ladrones, pero cuando estuvo a punto de atacar, se detuvo a sí mismo.
"Decimosexto principio: es la misión del ulemo ofrecer una batalla justa y honorable" sonó en su cabeza.
Sver salió de su escondite y se dejó ver. Los ladrones callaron.
-Vaya. Es el chico que nos salvo -dijo la líder del grupo-. Muchas gracias, cariño. No sé qué nos habría pasado de no ser por ti.
Sver no respondió inmediatamente.
-Sois ladrones.
-No, hijo, no. Ese chico ha debido confundirte.
Sver percibió claramente la mentira de la ladrona. Su orbe de ulema empezó a girar a su alrededor.
-Mientes. Preparaos para luchar.
Sver se relajó y evitó que sus sentimientos influyesen en su orbe, tal y como Krada le había enseñado. "La templanza es la primera virtud que todo ulemo ha de aprender. Uno debe aprender a evitar que sus sentimientos le dominen".
Los tres ladrones se levantaron. Los dos hombres eran bastante voluminosos y la mujer desenfundó una espada, aunque estaba partida por la mitad.
Sin más dilación, la mujer se lanzó contra Sver, zarandeando lo que quedaba de espada como una posesa. Sver se alejó y lanzó el orbe de Ulema contra la cabeza de uno de los hombres, que cayó al suelo como un árbol, inconsciente.
Antes de que los otros dos ladrones pudiesen reaccionar, el ulemo volvió a lanzar el orbe, ahora hacia la cabeza del otro hombre, logrando noquearle también.
Cuando Sver intentó hacer los mismo con la líder, esta logró esquivar el orbe, que se alejó.
La ladrona aprovechó que la esfera no estaba cerca para atacar al joven con su espada, pero Sver logró atraer a tiempo el orbe, que detuvo el tajo.
Durante los siguientes segundos, la espada y el orbe chocaron varias veces, pero finalmente el joven logró desarmar a la ladrona.
Viendo que sin su arma no podía ganar, intentó escapar, pero Sver la noqueó con el orbe.
Había ganado.
Sver y el conductor del carro lograron cargar al último ladrón dentro del carro.
-Ese último pesaba demasiado -dijo el ulemo, hiperventilando.
-Gracias por capturarles. No quiero ni imaginarme lo que el Anciano me habría hecho si se hubiesen escapado.
-No me des las gracias. Si escaparon es por mi culpa. De verdad, te pido perdón.
-Perdonado. Por cierto, ¿a dónde vas?
-Por ahora a algún lugar en el que pueda comprar más provisiones.
-Entonces deberías dirigirte a mi pueblo. Simplemente tienes que seguir el camino hasta salir del pinar. El pueblo está en la falda de la montaña. ¡No tiene pérdida!
-Vaya. Muchas gracias.
Sver y el chico se despidieron y el ulemo empezó a caminar hacia el pueblo.
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Esdria
FantasíaHace mucho tiempo, Lord Emón descendió de los cielos para desterrar a los demonios, grotescas criaturas de más allá de este mundo Ahora el mundo de Esdria es mucho más tranquilo y los demonios rara vez se ven Esta es la historia de cinco jóvenes de...