51. Recuperando a Saidas

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 Zuei, sexto trono de los Ojos Blancos, volaba en raltayr. No le gustaban mucho, pero tenía que admitir que eran un método de transporte efectivo, especialmente en emergencias como esa.

 El Maestro Eburneo la había llamado para que fuese a Agdenor. Cuando lo vio estaba sentado casualmente encima del cuerpo de Exeri, el demonio que causó la catástrofe de Aurixe. Zuei no solía ser una persona a la que le inquietasen las cosas, pero esa escena aún le daba escalofríos.

 En cualquier caso, Eburneo le dijo que había estado intentando contactar con Saidas, el octavo Trono, pero que no había logrado nada y quería que ella le encontrase.

 Aunque trató a Zuei con la misma amabilidad de siempre, era obvio que el general estaba profundamente enfadado, por lo que la chica no hizo muchas más preguntas y se puso manos a la obra.

 En ese momento estaba explorando un pantano, aunque estaba deseando acabar con esa área cuanto antes. Demasiada humedad para su gusto.

 Sin embargo, encontró una estructura de piedra, una especie de puerta. Al acercarse, vio que la puerta daba a unas escaleras que penetraban en la tierra. Y estaba en una zona sorprendentemente cercana al lugar en el que el rastro de Saidas desaparecía.

 Zuei había encontrado el templo ulemo.

 La joven pelirroja sacó de su cinturón un pequeño artefacto que empezó a emitir luz y empezó a bajar las escaleras. Tras recorrer un pasillo, entró en un área tan grande que su linterna no podía iluminarla completamente, pero sí que pudo vislumbrar un montón de cenizas.

 La chica se acercó y se agachó. Junto a las cenizas, había un montón de ropa, la misma que solía llevar Saidas. Y, al lado, se encontraba la espada del artífice, rodeada de varios fragmentos de espejo.

 Zuei cogió el arma entre sus manos.

 "Esto no habría pasado si hubiesen enviado a alguien competente" pensó. Saidas nunca le había gustado.

 Antes de que pudiese sumirse en sus propios pensamientos, escuchó un sonido.

 Rápidamente, Zuei cogió su linterna y la ajustó para que emitiese la mayor cantidad de luz. La enorme sala cilíndrica quedó iluminada. Estaba llena de demonios.

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