65. Naidia, cuarto trono

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 Shura y Sver estaban sentados contra la pared. Habían pasado mucho tiempo en la fortaleza subterránea que había bajo la casa de Naidia. Tanto que la psíquica había empezado a considerar que teletransportarse iba a ser la única opción.

 —No tiene pinta de que Tenai vaya a venir —dijo.

 —¿Crees que Naidia ha podido hacerle algo? —preguntó Sver.

 Shura cerró los ojos.

 —Puede. Prefiero pensar que no. Además, no creo que lograse atraparla. Es muy difícil.

 Entonces escucharon un golpe. El sonido del metal al impactar contra el suelo. Los dos jóvenes dirigieron la mirada al origen del sonido y vieron la espada de Shura.

 —No es tan difícil atraparme. Lo difícil es contenerme —comentó Tenai a medida que entraba en el radio de luz del orbe de Ulema—. ¿Qué? Con esas caras, cualquiera diría que pensabais que estaba muerta —añadió con una sonrisa.

 Sin mediar palabra alguna, Sver y Shura se levantaron y abrazaron a Tenai, pillándola por sorpresa, pero acabó devolviendo el abrazo de buena gana.

 —¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo? —preguntó Shura cuando se separaron los tres.

 —Vaya, princesita. Si no te conociese, diría que te estás preocupando por mí.

 —Perdona.

 La mandjetita recogió su espada del suelo.

 —¿Cómo nos has encontrado? —preguntó Sver.

 —Bueno. Me sumergí entre sombras y noté que una era muy profunda. Me metí por ahí y acabé aquí.

 —Oh...

 —En cualquier caso, eso da igual —interrumpió rápidamente Shura—. Tenemos que hablar de Naidia.

 Tenai sonrió.

 —Quieres decirme que es un trono de los Ojos Blancos, ¿no?

 —¿Qué? ¿Cómo lo sabes? —preguntó la psíquica, sorprendida.

 —Ah. Eso. Pues simplemente me lo contó. ¡Incluso me propuso unirme a los Ojos!

 —¿Y qué le respondiste? —preguntó Shura mientras deslizaba disimuladamente su mano hacia la empuñadura de su espada.

 —Bueno, no le gustó nada mi respuesta. Puede que también la insultase.

 Shura sonrió.

 —¿Y no te hizo nada?

 —Intentó atraparme, pero se le olvida que soy una sombramante prodigiosa. Por cierto, Sver, tu cartera es muy fea.

 —¿Qué? —respondió el chico antes de fruncir el ceño— ¡No! ¡Esa cartera es preciosa!

 Tenai apoyó su brazo sobre el hombro de Sver mientras le miraba con sorna a los ojos.

 —¿Seguro? O es que es un regalo de tu querida Tirié.

 —Esto... no —mintió Sver—. En cualquier caso, ¿qué hacemos ahora?

 —Tenemos que irnos cuanto antes de aquí —respondió Shura—. Eburneo vendrá a capturarnos. Apenas sobrevivimos a nuestro último encuentro con él, será mejor no tentar a la suerte.

 El rostro de Tenai se ensombreció.

 —No va a ser tan fácil —dijo.

 —¿Por?

 —A los sombramantes nos contrataban para muchos tipos de trabajos. Uno de ellos era rastrear. Y con buen motivo nos contrataban. Las sombras tienen memoria. Corta, pero la tienen. Si nos vamos de aquí, Naidia se dará cuenta y no podremos dejarla atrás.

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