Esdria

87. Fuego y rejas

 Tenai estaba, como ya era costumbre, aburriéndose en su celda. Al final se acabaría volviendo loca, pero también es cierto que se esforzaba por intentar no pensar. Si no se paraba a sí misma, al final su cabeza siempre acababa preocupándose por Sver y Shura, pero en esa situación lo único que lograba era estresarse y cada vez era más difícil evitar esos pensamientos.

 Por suerte, la puerta de la prisión se abrió, poniendo fin a su aburrimiento. Klair entró, pero detrás de él iba Tirié. Cuando la vio, la sombramante deseó volver a su aburrimiento.

 —¿Klair? ¿Qué hace ella aquí? —preguntó.

 —No estoy aquí por gusto —aclaró Tirié.

 —Sí, bueno, ya sabíamos que no tienes buen gusto.

 Tirié furnció el ceño y los dos orbes de Ulema que flotaban a su lado se volvieron rojos.

 —Intentad no mataros —pidió Klair—. Tenai, hoy ha venido alguien que quería hablar contigo. Tirié ha venido para comprobar que en ningún momento mientes. Ya sabes, usando el orbe de Ulema y...

 —Soy la mejor amiga de Sver, por supuesto que sé cómo funciona.

 La cara de Tirié mereció cada minuto que Tenai había pasado en esa prisión. Siempre era divertido enfadar a los nobles.

 —Bueno, ¿y quién quiere venir a verme?

 Klair se acercó a la salida de la celda e hizo un gesto. Al poco se escucharon unos suaves pasos.

 —¡Por Emón! ¿Realmente era necesaria tanta luz en esta prisión? —preguntó una voz femenina.

 Tenai la reconoció y cerró los puños según veía a su tía, Naidia, entrar en la celda. La mujer entró parpadeando múltiples veces para acostumbrarse a la luz. Cuando por fin pudo mantener los ojos abiertos durante más de dos segundos, se fijó en su sobrina.

 —¡Tenai! —dijo con alegría mientras levantaba los brazos para abrazarla.

 —Como se te ocurra tocarme te arranco los brazos de cuajo —soltó Tenai con toda la apatía que pudo.

 —Oh... bueno...

 —¿Qué demonios quieres?

 —¿Puedo sentarme a tu lado?

 —No.

 Esa respuesta secante claramente molestó a Naidia, pero hizo lo que pudo para mantener un tono amable.

 —Tenai —dijo con cierto toque de solemnidad—, sé que lo que pasó en mi casa no fue ideal...

 —Encerraste a mis amigos en un laberinto subterráneo que por algún motivo tienes bajo el sótano y me intentaste convencer de que me habían abandonado solo para hacer tiempo y que los otros perritos falderos de Emón viniesen. No, no fue ideal.

 —Entiendo que estés enfadada y que lo que hice no fue lo correcto. Pero tu compañera, la psíquica, tiene en su posesión una gema sumamente peligrosa. ¿Te haces a la idea de lo que podría pasar si cayese en las manos equivocadas?

 —¿Como las manos de Emón?

 —¿Acaso crees que las manos de la psíquica son las correctas?

 —Por supuesto que sí.

 —Pero si no sabes nada de ella.

 —Si vas a soltarme que era parte de los Ojos como si fuese una gran revelación, te lo puedes ahorrar.

 —Me imaginé que ya os lo habría dicho, pero no creo que os haya contado exactamente su posición.

 —¿Y eso a mí que me importa?