20. Vuelo

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 Tirié entró en el despacho.

 -Hoy quiero que guardes el patio interior -dijo una mujer con tono amargado sin levantar la mirada de unos papeles.

 -Sí, señora. ¿Quiere que haga algo más? -respondió Tirié.

 -No, largo.

 La joven obedeció y se dirigió al patio interior de la prisión. Tan solo era una habitación cuadrada muy grande con dos alturas conectadas por una escalera estrecha. Lo más interesante que había en esa habitación era una cuerda que activaba una alarma, pero de esas había en toda la prisión, incluso en algunas habitaciones.

 Tirié se sentó en el suelo y se puso a practicar un rato con el orbe de Ulema. Desde que Klair se había ido, había dejado a una señora amargada al mando y lo único que le mandaba hacer a Tirié era patrullar.

 La ulema estaba deseando que Klair volviese. Con él al menos podía organizar y gestionar documentos, que era algo más interesante, por no mencionar que tan solo podía ir a la celda de Krada para recibir su entrenamiento si Klair estaba ahí. Además, el chico hacía una buena compañía.

 Tirié se entretuvo modificando la forma del orbe. Krada le había enseñado a hacerlo la última vez que fue y ella le pilló el truco bastante rápido. Primero lo convirtió en una estrella, luego en un aro, después en una aguja...

 Tras un tiempo empezó a oír cierto revuelo en la prisión y salió del patio interior para ver qué pasaba.

 Se acercó hasta la entrada de la prisión y allí vio a dos guardias ataviados con armadura y a un joven encapuchado dándoles órdenes. La ulema esperó y, cuando Klair terminó de dar las órdenes y los guardias se marcharon, el chico se acercó a ella.

 -Al fin has vuelto -dijo Tirié.

 -Hogar dulce hogar -respondió Klair con tono sarcástico. Odiaba ese lugar.

 -¿Qué tal fue tu viaje a Prinrec?

 -Interesante... -dijo el joven mientras se llevaba la mano a la cara- Por cierto, sígueme.

 Tirié hizo caso y ambos entraron al despacho de Klair. Él se sentó detrás de su escritorio e indicó a la joven que se sentase en frente.

 -Tirié, es cierto que los ulemos podéis percibir los sentimientos de los demás, ¿no?

 -Hum... Sí. Aunque hay algunas personas a las que no se los puedo ver, por regla general sí que soy capaz de saber qué es lo que siente alguien.

 -¿Cuáles son esas personas a las que no se los puedes leer?

 -Así que recuerde, Krada, Sver y tú.

 -Vale. ¿Y ha habido alguna vez que en esta prisión no hayas sido capaz de percibir las emociones de alguien?

 -Hum... No. No que yo me dé cuenta... No, sí, tampoco pude ver los sentimientos de tu padre.

 -Bien. ¿Y es también cierto que sois capaces de percibir cuando alguien miente?

 -Sí. ¿A qué vienen todas estas preguntas, Klair?

 -Eburneo quiere que me acompañes en una misión.

 -¿Qué? ¿En serio?

 -Sí. Así que prepárate y, cuando estés lista, ven a la entrada principal.

 Tirié hizo caso. Se dirigió a su habitación y tan solo se cambió los zapatos que llevaba por unas botas más cómodas, dejándose puestos los pantalones azules y la túnica blanca que se había acostumbrado a llevar. 

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