80. Las avispas

1 1 0
                                    

 Shura, Tenai y Sver viajaban hacia el sureste, orientándose hacia el templo ulemo. Coincidentemente, Paar, el muchacho pelirrojo que habían conocido en Druen, también iba en esa dirección, por lo que decidieron viajar juntos.

 —¿Shura? —preguntó Paar mientras acercaba su caballo hacia la mandjetita.

 —¿Sí? —respondió la psíquica.

 —Llevamos ya un par de días viajando juntos, pero hay algo que me confunde.

 —Pregunta.

 —¿Por qué caminas tanto? Es decir, parece que encima de Lars hay espacio. ¿Por qué no te subes con Sver y Tenai? ¿Acaso tres personas son demasiadas para el hoschi? Si quieres puedes montar el caballo conmigo. Es que verte caminar y...

 —Deja que te corte ahí, chaval —dijo Tenai— Lars sería capaz de llevarnos a los 4 y al caballo sin problema alguno.

 —No lo decía por eso.

 —Tranquilo, Paar —dijo Shura—. Camino porque me gusta. No me canso tanto.

 —Bueno...

 —No subestimes a Shura —comentó Sver—. No es normal.

 —Que cosas más bonitas dices —respondió la mandjetita.

 —¡No! ¡Yo no...! ¡Sabes que me refería a que puedes hacer cosas impresionantes!

 —Tranqui, enanito. Sabemos que eres demasiado bonachón como para pensar otras cosas —dijo Tenai—. En cualquier caso, antorchita, ¿tú a dónde vas?

 —¿Antorchita? —preguntó Paar, extrañado.

 —Te está poniendo un mote, quiere decir que empiezas a caerle bien —aclaró Sver.

 —Ah... Bueno, en principio viajo intentando tener una ruta errática, para dejar atrás a cualquier que me persiga. A los Ojos... En cualquier caso, gracias por dejarme acompañaros.

 Siguieron viajando un rato en vez de descansar porque sabían que había un pueblo relativamente cerca en el que podrían parar. Sin embargo, cuando llegaron se encontraron con una aldea rodeada por una muralla hecha con troncos de árboles, aunque colocados un poco a prisa.

 —¿Qué ha pasado aquí? —dijo Shura mientras buscaba la entrada.

 —¿Qué hacéis ahí? —preguntó una voz desde arriba.

 El grupo levantó la mirada y vieron a una persona en lo alto de la muralla. Debía ser un chaval, no más de diez años.

 —¿Podríais dejarnos entrar? —preguntó Shura.

 —¡Dadme un momento!

 Y el niño desapareció. Escucharon unas voces al otro lado de la muralla y luego vieron como se abría una pesada puerta de madera. Salieron dos adultos, un hombre y una mujer.

 —¿Cómo habéis venido hasta aquí? —preguntó la mujer —¿Os habéis encontrado con algún demonio?

 —¡Por Emón! ¡No les asustes así! —dijo el hombre.

 —¡Si te parece les digo que todo está perfecto y maravilloso!

 —¡Son solo unos críos!

 —¿Cómo que "solo" unos críos? —preguntó Paar con un gruñido.

 —¡Perdonad! —dijo el hombre mientras se acercaba— Mi nombre es Onlde. Bueno... eso da un poco igual. Entrad dentro. Estar fuera no es seguro.

 Sin pensarlo mucho, el grupo de jóvenes entró en el pueblo amurallado. Eran apenas unas pocas casas, nada demasiado destacable, salvo por las herramientas que había apoyadas contra las paredes de las casas: todas estaban manchadas de sangre.

EsdriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora