5. Traicionados

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 -¡Tirié! -gritó Sver al ver que su amiga caía derrotada y perdía contacto con su orbe de Ulema.

 El joven, enfadado, se preparó lo mejor que pudo y logró esquivar todos los dardos que se acercaban hacia él.

 Luego, respondió con su propio ataque. De su orbe de Ulema surgió una llamarada de color rojo, que Krada disipó con su propio orbe.

 Tras un movimiento de mano, del orbe de Krada, que brillaba con un potente fulgor, surgieron nuevamente una serie de dardos que se dirigieron hacia Sver.

 El joven los esquivó, pero ahora con mucha más dificultad. Su orbe brillaba con un potente color rojo.

 Antes de que Krada pudiese volver a atacarle, Sver colocó su orbe enfrente suyo y creó una potente llamarada rojiza que dirigió hacia el anciano. Sin embargo, de entre las llamas salió volando el orbe de Krada y le golpeó en la cabeza a Sver, que perdió la concentración y, por ende, la conexión con su orbe, que cayó al suelo sin ningún color y con un sonido cristalino.

 -Se acabó el entrenamiento por hoy -anunció Krada.

 Estaba atardeciendo y el anciano y sus dos alumnos estaban practicando con los orbes en el patio trasero del monasterio de Ulema de Uljor.

 Ya habían pasado tres años desde que Sver y Tirié habían ido allí para entrenarse como ulemos.

 -Tirié, no debiste pensar en ningún momento que habías ganado tan solo por darme -dijo Krada-. En cuanto a ti, Sver, deberías haberte controlado. A pesar de eso, durante la mayor parte del entrenamiento, ambos lo habéis hecho bastante bien, vais mejorando.

 -Gracias, maestro -dijo Tirié mientras se levantaba y su orbe empezaba a flotar lentamente alrededor suyo, sin ningún color específico.

 -No me lo agradezcas a mí, agradéceselo a vuestro entrenamiento. Os habéis esforzado mucho desde que llegasteis. Estoy orgulloso de haberos escogido como discípulos. Bueno, por hoy no tengo nada más que decir. Os veré más tarde para la cena, hasta luego -dijo el hombre antes de marcharse.

 Desde el día en el que Sver y Tirié llegaron al monasterio, Krada les había enseñado los fundamentos del uso del orbe de Ulema. Les insistió sobre todo en que no era un arma, sino que se trataba de una herramienta moldeada por los sentimientos y emociones de su portador. Otro punto clave del entrenamiento de los jóvenes era la moderación de sus sentimientos.

 -Para controlar el orbe de Ulema, primero tenéis que controlar vuestras propias emociones -solía repetir Krada-. La templanza es la clave de los orbes. Si os dejáis llevar, jamás lograréis nada. Tenéis que aprender a dominar vuestros sentimientos antes de que ellos os dominen.

 Unos meses después de llegar a Uljor, los jóvenes dejaron de entrenar con las pequeñas bolas que Krada les había dado cuando los aceptó como alumnos y recibieron sus propios orbes de Ulema, más grandes y versátiles.

 -A partir de ahora, sois parte de los ulemos, y los últimos herederos de su cultura -les dijo el anciano cuando él les hizo entrega de los orbes-. De todos modos, no os creáis que habéis alcanzado la maestría. Aún os quedan muchos años de entrenamiento.

 Y así fue. Sver y Tirié siguieron entrenando durante los siguientes años. Muchas veces, hacían combates de entrenamiento contra Krada, pero rara vez lograban golpearle.

 -Ha sido un buen golpe ese que te has llevado -le dijo Tirié a Sver tras el entrenamiento.

 Sver se llevó la mano a la frente, dolorido.

 -Al menos he conseguido aguantar bastante.

 -Ten en cuenta que Krada ni tan siquiera se movía. Si se lo hubiese tomado en serio, habría acabado contigo mucho antes.

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