Esdria

85. Perdidos

 Shura y Sver se quedaron mirando el sofá en el que Tenai estaba antes de que Paar la hubiese secuestrado.

 —¡Soy estúpida! —dijo Shura mientras se acercaba al sofá y cogía su espada, que había quedado clavada cuando la joven la lanzó para intentar detener a Paar— ¿Cómo no pude vérmelo venir? ¡Malditos Ojos!

 —¿Ojos? —preguntó Sver.

 —Sí. Ese destello antes de que Paar desapareciese... es cosa de un teletransportador de los Ojos Blancos. ¡He sido una estúpida! "Confía en Paar" me dije. "Te fue bien cuando confiaste en Tenai y Sver" me dije. ¡Soy imbécil!

 —No te culpes así. Nos ha engañado a todos. Si alguien tiene la culpa, soy yo. Podría haberlo parado. Si no fuese por... —Sver no fue capaz de terminar la frase. Recordó el momento en el que había tirado a Paar, podría haberlo derrotado ahí mismo si no hubiese simpatizado con su miedo.

 —No, Sver. Por lo que sabemos, podría haber sido Eburneo usando la cara de alguna de sus víctimas. No te culpes por haber perdido. Has mejorado mucho en nuestros entrenamientos, pero aún no eres tan buen combatiente. Yo, en cambio, conozco perfectamente cómo funcionan los Ojos por dentro. ¡Es imposible robar una de las antorchas de Efnu! ¿Y yo voy y me creo que el padre de un don nadie lo ha logrado?

 Shura soltó un grito de frustración y destrozó el sofá con su telequinesis. Luego se sentó al lado de Sver, abrazándose las piernas.

 —¿Sabes qué le va a pasar a Tenai? —preguntó Sver.

 Shura se secó una lágrima y miró a Sver durante un segundo.

 —Puede que intenten ejecutarla. Emón ya ha ordenado el genocidio de los sombramantes, le dará igual acabar con ella.

 —¿Estás segura?

 —Bueno... quizás la encierren en una de las cárceles de alta seguridad mientras eligen qué hacer con ella.

 —¿Dónde están esas cárceles? —preguntó Sver.

 Shura lo miró por un momento con curiosidad. Luego cerró los ojos y se concentró durante unos segundos. En el suelo, delante de ellos, apareció un mapa de Oronus, Agdenor y Varod. Una ilusión de Shura.

 —Existen cinco prisiones de alta seguridad de los Ojos. Una en Varod —la psíquica señaló un punto al sur del mapa—, otra en Agdenor —señaló al norte— y tres en Oronus —señaló tres puntos del país: uno al este, otro en el centro y uno en el noroeste—. Cuando estalló la guerra con Varod, los Ojos perdieron acceso a la prisión de allí. Me imagino que ya la hayan recuperado, pero no creo que esté operativa.

 »Las prisiones de Oronus están bajo la responsabilidad de Kla... del hijo de Eburneo, el Trono que usa un arco y que nos atacó. Sin embargo, me imagino que él se encuentre en la prisión del noroeste.

 »La prisión de Agdenor está bajo el control de Eburneo... Solo espero que no la hayan llevado allí.

 —¿Por?

 —No quieres saberlo. En cualquier caso, da igual dónde esté Tenai, es prácticamente imposible escapar de estas prisiones.

 —¿Y entrar en ellas?

 El mapa ilusorio de Shura desapareció a la par que ella abría mucho los ojos.

 —¡Ah! ¡No! ¡Ni hablar! ¡Acabo de dejar que secuestren a Tenai! ¡No pienso llevarte hasta alguna de esas prisiones solo para que tú también acabes apresado!

 —¡No podemos dejar a Tenai sola!

 —¡Lo sé! Pero no podemos ir ahí como si nada. ¡Sería un suicidio!

 —Si nos hubiesen secuestrado a alguno de los dos, Tenai nos habría buscado.

 —¡Eso es porque no tiene ni idea de con quién se mete!

 —¡Sabes perfectamente que eso no es así!

 Shura se quedó en silencio durante unos segundos.

 —Tienes razón. Sin embargo, es extremadamente peligroso. Hasta ahora hemos tenido mucha suerte de sobrevivir a nuestros encuentros con los Ojos Blancos. Pero esto es ir a buscarles las cosquillas.

 —¡No importa! Ya hemos vencido a varios Ojos. Y si es por Tenai, ¡me da igual correr ese riesgo! Además, con la alteración de emociones de mi orbe, estoy seguro de que podremos con ellos.

 —Capturaron a Krada. ¿Qué te hace pensar nosotros podremos?

 —Funcionó con Naidia, ¿no? Además, tengo algo que Krada no tenía —dijo Sver mientras se levantaba.

 —¿El qué?

 —A ti.

 —¿Cómo?

 —Shura, deja de subestimarte. Te he visto pelear. Juntos podemos hacer esto. ¿Qué me dices?

 El chico le tendió una mano a su amiga.

 —¡Je! Hablas con mucha seguridad —dijo Shura mientras aceptaba la mano de Sver y este le ayudaba a levantarse.

 —Si te soy sincero, no sé de dónde la he sacado.

 —Entonces vamos, antes de que se te escape esa seguridad.