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Taehyung reía a carcajadas por los chistes malos de Jungkook. El menor a veces era serio, pero cuando entraba en el modo ocurrente siempre tenía a Taehyung riendo y dándole golpecitos en el brazo. Y era mejor aún cuando Taehyung compartía el mismo ánimo.

Lo cual estaba siendo recurrente y esto ponía feliz a Jungkook. Así que ahí estaban a las tres y veinte de la mañana caminando entre calles obscuras rumbo a casa del mayor. Jungkook había notado como Tae estaba un poco tenso por el camino, así que tomó su papel de payaso personal para hacerlo reír y hacer que el camino se sintiese corto.

Últimamente Taehyung reía mucho.

Taehyung había cambiado mucho, para bien. Había olvidado muchas cosas de sí mismo por querer aparentar algo que no era, o quizás esforzarse demasiado para agradar a la gente. Tanto que se perdió a sí mismo. A veces no recordaba qué música disfrutaba, qué le gustaba bailar, comer o cuál era su película favorita. Había adaptado tendencias, gustos ajenos y actitudes copiadas. A veces hablaba de ello con sus amigos, pero seguía teniendo un vacío, porque Taehyung necesitaba instrucciones de qué hacer. ¡Incluso para comprar un litro de leche se ponía a investigar por horas los pros y los contras y cuál era mejor! Porque no eran aceptables los errores. Con el shampoo pasaba lo mismo. Quizás tenía ya tanto agobio de ser él...

Fue algo progresivo, tanto así que sus amigos no se dieron cuenta, ni siquiera él mismo. Y quien podía haberse dando cuenta, estuvo ocupado en sus problemas.

No tenía idea de qué haría con su vida. Para este punto ya era tarde para muchos sueños. Jamás sería un cantante famoso, y aceptó que era algo que no iba a cambiar, pero cuando iba a conciertos era como si su alma sufriera porque sabía que su lugar era ahí arriba, como si ya lo hubiese vivido. Se sentía fuera de lugar debajo del escenario. También se iba a quedar con las ganas de ser tatuador, doctor, pintor, Dj, maestro, empresario, narcotraficante, contador, escritor, diseñador, bailarín como las chicas de Coyote Ugly e incluso comediante.

Estudiaba algo, pero tomaba cursos de disciplinas diferentes, en los que duraba un día antes de abandonarlos porque nuevas ideas llegaban a su cabeza. Era normal, ¿no? Pero llegó el punto en el que ni siquiera ya sabía quién era, ni a dónde iba. Tratar de concentrarse empezó a costar más trabajo. Sentarse a estudiar o sentarse a cualquier cosa frente a la computadora que requiriera mucha atención estaba comenzando a ser un esfuerzo mental e incluso físico.

Problemas de todo tipo rodeaban a Taehyung.

Algunos años atrás había leído una frase: "cuerpo en el abismo, corazón en el paraíso".

No la entendió, sinceramente no lograba tomarle sentido.

Hasta que estuvo en su propio abismo.

Al despertar lloraba, imploraba a Dios que lo dejara de castigar, que ya no sabía qué hacer. Que le ayudase a entender, a salir adelante, a ser una persona diferente. Se preguntaba por qué tuvo que vivir esta vida, por qué la vida se iba tan rápido. Sentía que detrás de él había un reloj tan grande como una roca que le perseguía cuesta arriba. Sentía la roca rozar su espalda y se preguntaba si toda su vida sería un mediocre inservible. Un remplazo, una quinta opción.

Hasta que un día despertó y tuvo la respuesta para todo, se dio cuenta de todo y se levantó a las seis de la mañana como una persona completamente consiente y despreocupada de los errores, atenta a su entorno y con la respuesta a qué futuro quería. Recordó su música favorita, su comida favorita. En pocas palabras se acordó de sí mismo.

Literalmente pasó tres años llorando al despertar y un día así de la nada despertó con la respuesta a todo. Ya no lloraba ni se maldecía.

Taehyung no sabía qué había pasado. Si fue manifestación, un golpe que se dio dormido o simplemente su lóbulo frontal decidió que al despertar ya estaría desarrollado.

Estaba volviendo en sí. Y estaba feliz. Mucho.

Y entonces, de repente, lo entendió. "Cuerpo en el abismo, corazón en el paraíso". La frase, que alguna vez le había parecido difícil de entender, ahora, tres años después, lo inundaba de significado. Las dificultades seguían ahí, y los desafíos lo esperaban, pero algo dentro de él había dado un giro. No es que hubiese encontrado el paraíso en un lugar físico.

Se dio cuenta de que no podía controlar el caos que lo rodeaba, pero sí podía controlar cómo lo enfrentaba. Su verdadero poder no estaba en ser perfecto o en cumplir expectativas ajenas, sino en aceptarse con todo lo que eso implicaba: los errores, las dudas, y lo que realmente amaba. Por fin, dejó de correr tras un futuro que siempre parecía lejano, y comenzó a disfrutar del presente que tenía frente a él.

Nada era perfecto, pero por primera vez, entendió que no tenía que serlo. Lo que importaba no era la falta de problemas, sino su capacidad para crear paz en medio de ellos. Y eso lo cambió todo.

El paraíso no era un destino, sino un estado mental. Y aunque el mundo seguía siendo un abismo,

su corazón ya no habitaba ahí.

♡ ♡ ♡ ♡

Para @Boooooooh_7 (que no se te haga costumbre).

Valium // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora