4

11.8K 2K 439
                                    

Jimin quedó paralizado. Jay estaba detrás de él, y él estaba hurgando en sus cosas. Sólo quería que la tierra se lo tragara con tal de evitar esta situación.

En cambio a Jay le divertía la situación. Jimin se veía notablemente tenso, aterrado. Casi se quería meter bajo el escritorio. Y el abogado quería ver cómo trataría de huir de la situación.

— Jimin, ¿qué estás haciendo?

Jimin colocó la bolsa en el piso, tratando de ocultar lo que había visto y salió con la mirada gacha.

— Y-yo estaba buscando pegamento... — dicho esto, desapareció en segundos.

Jay rió y se puso de cuclillas para ver lo que el menor escondió: la bolsita con el regalo que una vez compró para él y que nunca pudo darle.

Iba s devolverla a su lugar, cuando vio en el mismo cajón otro regalo no entregado, pero no para Jimin.

Las palabras de su jefe no dejaban de rondar por su cabeza mientras miraba el anillo que había comprado para cuando llegase el momento perfecto, no quería perder su trabajo, y mucho menos quería que le hicieran algo a su hermoso chico.

Alejarse poco a poco sería lo correcto. En algún momento el menor se iba a fastidiar por la falta de atención y se iría solo.

Y todo hubiera ido de maravilla, pero aquella noche lo cambio todo.

Dormían juntos, Jay estaba abrazado con posesividad al cuerpo del chico de sonrisa hermosa. El teléfono sonó.

Algo no estaba bien, lo sentía en el pecho. Una llamada en plena madrugada nunca significaba algo bueno.

Y tenía razón. Su chico corría con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado, por los pasillos del hospital en el que la abuela fue a parar. Jay no se encontraba mejor.

Era su familia a pesar de todo.

La explicación de los doctores, fue que era la edad. Muerte natural. La chica que se encargaba de la limpieza del hogar de la abuela, había entrado a la habitación para tomar una manta prestada, pues la noche era fría, y terminó encontrando a la anciana muerta entre sus cobijas.

Murió durmiendo, según el medico Song. Pero eso no era realmente algo para alegrarse. La abuela estaba muerta.

Pasó dos días sin ir al trabajo, a la mierda el trabajo, su chico lo necesitaba. Su única familia se había ido para siempre. Y ni siquiera pudo despedirse.

Ojalá todo fuera tan fácil como abandonar todo por amor.

— ¿Jay? — la voz de Jimin lo sacó de su burbuja. Guardó todo de nuevo y evitó voltear, pues las lágrimas amenazaban con hacer un gran espectáculo.

— ¿Sí?

— Hice un poco de avena, ven si quieres...

— Iré en un momento, gracias.

Escuchó los pasos de Jimin alejarse y sólo así se dio permiso de derrumbarse. Se tiró al suelo, por su mente pasaban más recuerdos.

Vete de aquí.

Un sollozo.

No necesito a un niño, soy un hombre.

Se odia.

— ¡Vete!

Va hasta el baño para que Jimin no logre escucharlo, abre la llave del lavabo y deja que el agua corra.

Todo lo que le dijo a su niño pasa tan rápido por su cabeza. Todas las mentiras de que no lo quería, que lo aburrió. Que sólo se divirtió.

Todo mentira, pero era por su bien.

— ¿Jay? Este... Este no eres , Jay. Si yo... Si yo hice algo mal, lo siento, Jayel menor lloraba destrozado frente al mayor en la puertaeres la única persona que amo viva...

Pero el abogado cerró la puerta.

Y ahora estaba aquí, años después llorando bajo la regadera para acallar su llanto que se hizo más fuerte y no bastó la llave del lavabo para esconderlo.

— Hyunjin... Perdón — sollozo con dolor.

Valium // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora