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¡Por supuesto que había bebido! Aunque no fue al propósito.

Bien. Los primeros tres tragos lo fueron, luego de eso todo fluyó. Tres tragos se convirtieron en cuatro, y luego se multiplicaron por dos. Hasta que Jimin salió de aquel bar a media noche; llorando.

Honestamente, ni siquiera sabía por qué lloraba. ¡Estaba de acuerdo con la decisión de Jay! Era hora de avanzar y entonces llevar la vida que se imaginó cuando dejó la casa de su padre. Era hora para Jimin. Para él mismo. De sentirse bien porque él mismo se elogia y se ama.

Pero estaba demasiado ebrio para pensar en ello, así que siguió caminando con la mirada hacia abajo, jugando a no pisar las rayas del pavimento. Sus labios eran un puchero rojizo, sus mejillas eran un par de manzanitas gordas y rojizas. Su cabello... Su cabello se veía bastante bien, a decir verdad. Pero lloraba tan alto llamaba fácilmente la atención de la gente.

Y luego, creyéndose valiente y soberano, caminó sobre el borde de la banqueta. Si perdía el equilibrio hacia la derecha: caería y con suerte un camión pasaría sobre su cabeza. Aunque Jimin no estaba pensando en el suicidio. Los borrachos hacen cosas de borrachos, fin.
Entonces procedió a murmurar para sí mismo que Jay estaría bien, que seguirían siendo amigos. Que Gray entendería sea cual sea la decisión de Hyunjin. Y listo. El mundo sólo cambiaría pero esas cuatro personas. No cambiaría el mundo entero ni vendría un final apocalíptico por elegir a alguien a quien amas de verdad.

Tan fácil como eso.

Quiso llamar a Tae, oh, de verdad quería llamar a Tae. Pero estaba lejos de sus planes ser un grano en la pompi del que fue su mejor amigo. Tampoco quería molestar a Jin, o a Jae. A nadie.

Usualmente Jay vendría a rescatarlo. Lo subiría al auto, manejaría hasta casa y cuidaría de él. Pero Jimin entendió que solos venimos, solos estamos y solos nos iremos. Nunca nadie será nuestro completo héroe.

Así que pateó una piedrita. Cruzó la calle junto a un grupo de personas, pues por su cuenta hubiera sido imposible en tal estado. Él se quedó mirando a la nada y el grupo de personas siguió su camino dejando a Jimin en una pequeña isla de cruce peatonal. Caminó decidido a pasar la calle pero se arrepintió cuando le tocaron el claxón y evitaron arrollarlo.

Entonces se quedó ahí en medio esperando a que una persona fuese a cruzar la calle y poder cruzar.

El chico miraba cauteloso por la ventana del auto, no queriendo pasar de largo a quien buscaba

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El chico miraba cauteloso por la ventana del auto, no queriendo pasar de largo a quien buscaba.

Incluso dio un par de vueltas, un mensaje encendió la pantalla del móvil y leyó desde la vista previa. Mordió el interior de su mejilla. Agudizó su vista hasta que dio con el objetivo. Entonces pagó al taxista y bajó. Arrastrando los pies, casi no queriendo llegar, cubrió a Jimin con una chamarra calientita, roja, y el más bajo miró hacia arriba. Jay había vuelto por él.

O eso pensó.

Valium // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora