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– Jimin estás llorando.

– No –murmura Jimin– no estoy llorando...

¡Pero claro que estaba llorando! Era la mejor serie de la historia, ¿cómo no iba a llorar?

Cuando el doctor Murphy abraza al señor Glassman, Dioses... ¿cómo rayos no iba a llorar?

Escucha a Jay burlarse mientras pone el tazón de las palomitas en la mesa de enfrente. Como venganza Jimin pone su pie en la cara del abogado.

– Soy sensible.

Seguían distantes, a excepción de su día especial de ver la serie, ya habían terminado la primera temporada, y si por Jimin fuera, vería la segunda en una sola noche.

Ambos se pusieron de pie listos para ir a dormir, como siempre antes de entrar a sus respectivas habitaciones, se sonríen. Esta vez Jimin espera que Jay le invite a dormir con él, pero no lo hace y Jimin entra indignado a su cuarto.

¿¡Estaba molesto porque tuvo un sueño húmedo en su presencia!?

¡Como si él no hubiera pegado su estúpida erección en su espalda!

Jimin se tira boca abajo sobre su colchón, frustrado.

Arreglaría esto justo ahora.

Sale de su habitación, sus pisadas son fuertes contra la alfombra que cubre una parte del pasillo con piso de madera, o al menos aspecto de ella. Se para frente a la puerta del mayor.

A veces para poder dormir se ponía a imaginar diferentes cosas, y la escena que más pasaba por su cabeza en estos días, era sobre qué hubiera pasado si no se hubiera ido corriendo ese día. Que en vez de correr se hubiese quedado bien pegado al cuerpo detrás suyo.

Seguramente seguiría recibiendo su licuado de avena por las mañanas, la cena lista por las noches y chistes malos por las tardes cuando iban rumbo a la oficina.

Abre la puerta con cuidado, primero asoma la cabeza, parece que Jay duerme, y entra. Cierra la puerta con cuidado y de puntillas avanza hasta la cama. Abre las cobijas y se mete con mucho cuidado.

– ¿Qué estás haciendo? – Jay habla en tono bajo, como si hubiera alguien más en la habitación a quien podrían despertar. Jimin termina de meterse en la cama, siendo más brusco, pues su tonto abogado estaba despierto.

– Ya no me invitas a dormir contigo.

Jay jura ver un puchero.

– Porque tú me evitas.

– ¡Yo no te evito! Tú me evitas, ¡ni siquiera vas por mí para ir al trabajo!

Jay se sienta y recarga la espalda en la base contra la pared. A pesar de que está obscuro, Jimin puede ver esa chispa divertida en sus ojos.

– ¿Acaso extrañas a los chicos?

Espeta Jay con burla en sus palabras, y oh, claro que Jimin entiende a lo que se refiere. Se quita las cobijas de encima, enojado, y se pone de pie, pero Jay toma su brazo.

– Ven – exige Jay con un tono dulce.

Jimin se deja llevar y sube de nuevo a la cama, pero algo le dice que Jay no quiere sólo eso y avanza de rodillas hasta mover sus piernas para acomodarse en horcajadas sobre su abogado. Siente las varoniles manos posarse en su cintura y sus oídos captan perfecto una pequeña risa nasal por parte de Jay. Pero no de burla, Jimin lo sabe.

– ¿Qué hay en esa mentecilla tuya, Park Jimin?

Las manos del abogado bajan con lentitud, como si esperase a que Jimin le detuviera, algo que no iba a pasar. Amabas manos se posan en cada muslo y acaricia en círculos, luego de arriba hacia abajo por los costados de los mismos, con un tacto varonil, fuerte. Una energía que hace derretir a Jimin.

Valium // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora