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¿Qué eran él y Jay? Jimin sabía la respuesta, pero... ¿por qué ahora quería ponerle una etiqueta?

Jay es guapo, educado y, demonios, ¡es perfecto! Jimin no quería otras sucias manos sobre su Jay que no seas las suyas.

Cuando se da cuenta de sus pensamientos, sale de la cama y busca algo con qué abrigarse; caminata nocturna, la mejor opción.

Era bastante obvio que sus sentimientos hacia Jay y su "acuerdo silencioso" habían cambiado y ahora quería más, ¿Jay sentiría lo mismo? No quería ser el tipo de persona que se vuelve empalagosa sólo porque hubo sexo. Pero es que, joder, no era sólo sexo, ¡era buen sexo! Mantienen una conexión maravillosa en la cama, no necesitan decir en palabras lo que el otro quiere o no porque aprendieron a conocerse de manera profunda durante todo el año que estuvieron viviendo juntos.

O quizá no era amor, era simplemente toda esa tensión que se acumuló con el tiempo gracias a los besos que llegaban a compartir.

Extrañaba escuchar los pasos torpes de Jay al despertarse e ir al baño. Extrañaba el licuado de las mañanas, el beso de despedida y el usual apretón sobre su muslo cuando iban juntos en el auto.

Extrañaba su sonrisa linda y sus tatuajes, sus manos varoniles que a veces se enredaban en el cabello mojado de Jimin y lo secaban.

Jimin se sorprendió al pensar en todas las pequeñas cosas que extrañaba de Jay y que nunca había notado que adoraba.

Que se comiera la lechuga que Jimin le quitaba a la comida, que lo empujara cuando iban en un pasillo para que Jimin chocara con la pared. La forma en su entraba en su cuerpo despacio y se controlaba hasta que Jimin se moviese, estando seguro de no hacerle daño.

Que cuando iba solo a las compras le compraba a Jimin esponja para cuerpo de la que no lastima y crema depilatoria de la que huele rico.

Los ruiditos que hace al dormir y el brillo en sus ojitos cuando miraba las caricaturas de su infancia.

Ama que Jay ame Beverly Hills 90210.

Ama que Jay lo notara, como hombre.

Y como por arte de magia, su celular sonó.

– Señor Park.

– Hola, bebé – Jay se escuchaba adormilado, Jimin sonríe por el apodo.

– Te escuchas muy cansado, por favor no enfermes.

Aprovechando la llamada, buscó un lugar en el parque para sentarse; lo hizo en el pasto y se recargó contra el tubo de los columpios.

– Nada de eso, Jimin. El trabajo no es lo mismo sin ti tirando los papeles o tirando café.

– Los chicos deben estar aburridos, ya no tienen a su payaso.

Jay soltó una risa nasal. El silencio se adueñó un poco del tiempo en la llamada.

Y es que Jay, al volver del trabajo había estado pensando en Jimin mientras guardaba unas calcetas con dibujos de Elmo que Jimin había olvidado.

Había pensado en lo mucho que le gustaba que Jimin usara calcetas calientitas para dormir, porque se veía tierno, o en lo cálidas que siempre estaban sus manitas y le gustaba tomarlas cuando hacía mucho frío por las noches.

Le encantaba escucharlo cantar en la ducha y como a veces, en la misma ducha, Jimin jugaba solo a que era entrevistado en inglés.

Extrañaba su comida sin sal y sus jugos llenos de azúcar, su bigotito de leche por las noches y su voz llamando por él en las noches con tormenta.

Extrañaba sus deditos jugando a delinear sus tatuajes y como Jimin narraba lo que creía que significaba o como imaginaba que se lo hicieron. Extraña su suavizante de telas y el papel de baño sin aroma que le gustaba.

Porque con aroma le hacía daño.

– Te amo.

Graciosamente ambos lo dicen al mismo tiempo. 

Valium // YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora