Parte/39

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Doña Camilla le habló cariñosamente a su hijo.

—¡¡Hijo gracias a Dios no tuviste ninguna complicación!!

—¿Te duele algo hermano?—le pregunto Eva con el mismos tono de voz. 

—Un poco, pero es soportable—en ese momento entro un doctor acompañado de una enfermera.

—¿Cómo se siente?

—Un poco adolorido.

—Soy el doctor Carlos Hernández de la Torre Cirujano Nefrólogo, yo le practique su cirugía, le tuvimos que extirpar un riñón porque si no lo hacíamos en estos momentos usted estaría muerto. Pero no se preocupe usted puede vivir con un solo riñón, de quince a veinte años más sin ninguna complicación siempre y cuando siga las indicaciones médicas—, señoras si gustan pueden retirarse a descansar, el señor va a estar muy bien cuidado la enfermera aquí presente se quedará en la habitación para estar al pendiente del suero y adminístrale su medicamento —Diciendo esto salió— Eva dijo inmediatamente.  

—Hermano ya vimos que estás bien y que vas a estar bien cuidado, nosotras pasamos a retirarnos, mañana venimos o a decir verdad en unas horas ya esta clareando el día—. Juan Manuel objeto inmediatamente.

—¡Baudelia no te vayas, ustedes se pueden ir,  les encargo a mis hijos, yo quiero que mi mujer se quede conmigo.

—Pero hijo, ella esta muy cansada, ya escuchaste al doctor,  vas a estar bien cuidado.

—Está bien doña Camilla yo me quedo, le encargo mucho a mis hijos, solo quiero pedirle un favor.

—Sí, dime ¿Qué se te ofrece?

—Qué le diga a Raquel que me traiga ropa, ella ya sabe lo que tiene que traer.

—Claro que sí, Gracias hija—, al escucharla decirme hija me sorprendió ya que era la primera vez que me llamaba así.

—Por primera vez desde que me case con Juan Manuel, ciento que le hago falta, ¿quizás? Me ame...

—Octavio ordenó que pusieran una cama para mí en el mismo cuarto, cuando llegó Raquel con mis cosas personales, Juan Manuel estaba dormido—. aproveché para bañarme.

Juan Manuel pasó la noche tranquilo, la enfermera le revisaba  el suero y estaba atenta para ponerle el medicamento para el dolor, al siguiente día llegaron dos enfermeras del turno de la mañana. me dijeron.

—Señorita ¿puede abandonar unos momentos el cuarto vamos a curar la herida de su papá.—Aunque parecía que Juan Manuel dormía, cuando escuchó a las enfermeras exclamo muy alterado.

—La señora no es mi hija, es mi esposa y se puede quedar, por lo tanto empiecen su trabajo. 

—Disculpe señor, no sabíamos, le vamos a curar su herida.

Cuando le descubrieron la herida, quede muy impresionada era una herida muy grande, casi estaba partido por la mitad, las enfermeras diligentemente lo curaron y se retiraron, les di las gracias.

Después de quince días en el hospital, Juan Manuel y yo volvimos a  casa, pero seguía delicado, una enfermera se instaló en la casa para estar al pendiente de curar su herida, y darle sus medicinas a su hora, le hacia  algunos ejercicios y estaba al pendiente de que llevara una dieta de acorde al tipo de cirugía a que ha sido sometido. El seguía dependiendo mucho de mí y yo lo atendía encantada de la vida, sentirlo tan cerca, me llenaba de ilusión.

—Al paso de los días él se iba recuperando muy bien, cada día que pasaba le iba siendo menos indispensable y también iba adoptando su carácter egoísta, cuando al fin quedo totalmente recuperado, volvió a su vida cotidiana, yo ya no le era indispensable y volvió a comportarse conmigo como lo hacía antes de la operación, yo me sentí muy dolida, me había vuelto a utilizar me refugié en los brazos de José Juan y en el alcohol cuando el viajaba.

Pasaron cinco años más.

Mi hijo tenia 18 años cuando terminó sus estudios de bachiller y partió a estudiar a la Ciudad de México a la misma Universidad en la que estudio su padre, iba a estudiar la misma carrera. Contador Público. Un día recibí la visita de mi hermana Carmela la religiosa.

—Pasa Carmela, que milagro que me visitas.

—Vengo a invitarte, a conocer el nuevo centro de las mujeres solas y desamparadas, con la ayuda de donativos que recibimos de las mujeres del comite que gracias a tu intervención pudimos ampliar el lugar. Al principio eran sólo para 15 mujeres ahora son 50.

—Me da mucho gusto, tengo una duda—¿De dónde te llegó la idea de ayudar a esas mujeres?

—No fue idea mía, Sor Ernestina en uno de sus viajes a Perú, tomo el modelo de una congregación, las mujeres viven una vida parecida a un monasterio, pero con reglas más flexibles, la mujeres tienen la libertad de salir y entrar libremente, las que se quieren quedar definitivamente se quedan y las que no   salen cuando ya están listas para rehacer su vida. Estamos esperando a unas mujeres de la congregación de la ciudad de Lima Perú, ellas nos van a ayudar a echar andar el centro conforme sus reglas, espero que vayas, es el 20 de mayo, te aviso con tiempo para que agendas la fecha.

—Claro que si hermanita, cuenta conmigo.

Llego el 20 de mayo, llegué puntualmente al "centro comunitario de mujeres desprotegidas", ese era el nombre que colgaba en un gran cartel a la entrada del lugar, éramos cinco mujeres representando al club de Leones, mi hermana nos recibió con una sonrisa en los labios.

—Bienvenidas pasen por favor, voy a mostrar el lugar mientras queda inaugurado formalmente.

 Recorrimos el lugar era muy acogedor, no carecía de nada, contaba con talleres, de costura, una amplia cocina, donde las mujeres aprendían a cocinar y a hornear, contaban con una enfermería donde les implantaban clases de primeros auxilios, y varios talleres más, también tenían una guardería para los niños recién nacido hasta la edad de seis años, a esa edad empezaban su educación escolar—. Ofrecieron bocadillos y bebidas sin alcohol, por fin una mujer le dijo a mi hermana.

—Sor Carmela, las señoras que vienen de Perú acaban de llegar.

Nos dirigimos hacia la entrada de la casa para recibirlas, también eran cinco mujeres una de ella llamo mi atención, era una mujer muy hermosa, alta, rubia con el pelo perfectamente peinado en una trenza francesa, destellaban unos cuantos hilos plateados, sus ojos eran de un azul profundo, con una dentadura perfecta, su rostro lucia unas ligeras arrugas de expresión, pero que no develaban su edad,  la mujer nos saludo con una leve sonrisa, una a una se fueron presentando diciendo su nombre y, cuando llegó el turno de la mujer que tanto me impresionó dijo su nombre, Judith Burkhand, el nombre de la mujer me martilleaba en la cabeza. Las lejanas palabras de Juanita llegaron a mi mente, la alemanita es una mujer muy chula, rubia, rubia los cabellos como los jilotitos de los elotes, y con unos ojos grandes y azules como el mismito cielo.


Nunca me amaste #SGAWARDS2017#CAJAWards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora