Parte/50

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En la siguiente, sesión en cuanto cerré los ojos, me vi a mi misma, en mi espalda traía cargando un gran canasto lleno de piedras, estaba lleno de piedras a eso se debía el gran dolor que sentía en la espalda y no solo sentía dolor en mi espalda, también lo sentía en mi pecho a la altura del corazón. La monja me dijo.

—Es tiempo que empieces a aligerar tu carga, ya estás lista para esa tarea.

—Si estoy lista

En ese momento vi a mi madre, diciéndome

—Perdóname hija

—¿Pero qué quieres que te perdone madre?

—Mi cobardía, por no aceptar tu nacimiento desde un principio, por no oponerme a tu padre, y respetar tu deseo de no ir al internado, por darte la espalda cuando pediste mi ayuda.

—Yo te perdono madre, de todo corazón, nos fundimos en un fuerte abrazo. Cuando esto pasó su imagen desaparece de mi vista, la monja quita una piedra del gran canasto. 

En cada sesión aparecía una nueva persona, siempre terminaba otorgándole el perdón, la carga de la espalda iba disminuyendo—.Cuando le tocó el turno a doña Camilla le dije.

—Yo no tengo nada que perdonarle a usted.

—Te equivocas, tienes que perdonarme porque mi necedad de interponerme en la vida de mi hijo y Judith, fueron la causa de tu sufrimiento, por no ayudarte y aconsejarte como lo que eres la esposa de mi hijo, por robar el amor de tus hijos, es mucho lo que tienes que perdonarme y si no me quieres otorgar el perdón lo comprenderé.

—Claro que la perdono, usted sólo hizo lo que creyó que era lo mejor para su hijo.

Poco a poco fueron pasando todas las personas que me dañaron, con intención o sin ella, como fue el caso de Judith.

—Cuando la vi, le dije---

-Creo que tú no tienes que estar aquí, tú no me hiciste ningún daño.

—Si te lo hice, aunque no intencionalmente, si yo hubiese hablado con Juan Manuel en lugar de huir, tú no hubieras sufrido todo este calvario, es por eso que necesito tu perdón, para poder seguir mi camino

—Claro que te perdono de todo corazón puedes seguir tu camino.

Siguió el turno de mis hijos, a ellos los perdone sin ningún esfuerzo, ni los deje hablar, que no es capaz de perdonar una madre, aunque te lastimen una y otra vez siempre terminas perdonando los 

Por último apareció Juan Manuel, mi corazón latió apresuradamente, mi amor hacia él no tenía límites, lo amaba siempre lo iba amar lo comprendí, cuando puse mi dedo en su boca y no lo deje hablar, le sonreí, él sólo dijo.

—No merezco que me ames tanto, pero si aun viendo lo siguiente me perdonas, moriré tranquilo.

Al momento pasaron escenas que me llenaron de dolor, vi Juan Manuel cuando se reencontró con Judith, era la misma mujer que me presentaron en el albergue de mujeres desamparadas, vi como Juan Manuel la veía con la mirada llena de amor, como tomaba su rostro entre sus manos y la besaba apasionadamente, como a mí nunca quiso besarme, vi a mis hijos compartiendo con ellos como una familia feliz, hasta a Eva, los vi paseando por la ciudad y cómo derramaban amor entre ellos, la última escena no la comprendí hasta que estuve de regreso en mi país. Vi a Juan Manuel abrazado del cuerpo inerte de Judith, llorando desconsoladamente.

En esos momentos empezaron a llegar personas sonrientes, llegaban me abrazaban y me decían ya es tiempo que vuelvas nos haces mucha falta, a la primera que vi, fue a mi madre, mis hermanas, mi hermano, Micaela, Raquel, Patricia, Octavio, Micaela y por último José Juan él me dijo.

—Ya regresa prieta linda, ya es tiempo de que seas feliz.

En eso abrí los ojos, vi como la monja tiraba la última piedra, en ese momento sentí mi cuerpo ligero, ella me dijo.

—Las últimas personas que viste, son las personas que siempre han estado a tu lado, y de todo corazón esperando tu regreso—, aunque entre esas personas no se encontraba Juan Manuel ni mis hijos, mucho menos Eva.

—Ya estás lista para volver o si deseas quedarte eres bienvenida.

—Quiero regresar

No sabía cuánto tiempo había pasado con las monjas intuía que habían sido años, por el largo de mi cabello, la monja me lo había cortado a rape y ya lo tenía a media espalda en el tiempo que estuve en el templo, nunca me vi en un espejo, no sabía qué aspecto tenía.

Me despedí de las monjas, la que había sido mi familia durante los últimos años.

—Ya lo sabes si por algo no te acostumbras a tu nueva vida, las puertas del monasterio siempre van a estar abiertas para ti, tú ya eres una de nosotras.

Me entregaron mi ropa con la que llegue, limpia y planchada, mis zapatos y mi pequeña maleta con los medicamentos que tomaba los saque y los tire a la basura ya no los necesitaba, ahí mismo encontré mi pasaporte mi visa y dinero en efectivo; cuando llegue a la puerta de la entrada ahí me estaba esperando el mismo hombre que me había llevado al monasterio y la cara sonriente de Patricia, nos fundimos en un gran abrazo y nos dispusimos a regresar. Las monjas cuando supieron de mi decisión de regresar se comunicaron con la embajada mexicana  y ellos a su vez con Patricia.

Patricia siempre estuvo en comunicación con la embajada y ellos con las monjas para saber los progresos que iba yo teniendo, es por eso que cuando recibió la noticia de que ya estaba lista para regresar inmediatamente fue por mí

Había ingresado al templo en 1977, hecha un guiñapo humano y salí en 1982, renacida totalmente, habían pasado cinco años, no sabía con lo que me iba a enfrentar a mi regreso, de lo que si estaba segura era que iba a recuperar mi vida y vivir con dignidad lo que me faltara vivir, tenía 53 años de edad y muchas ilusiones por delante. 

Sólo cinco capítulos, para el gran final 

Nunca me amaste #SGAWARDS2017#CAJAWards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora