Parte / 38

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Enero de 1957, Renata al fin queda embarazada, tanto ella como su marido estaban que no cabían de  felicidad después de cinco años de casados se iba a realizar su sueño de ser padres. En septiembre de ese mismo año José Juan y yo llevamos a Renata al hospital, él bebe ya venia en camino, esperamos en la sala de espera, José Juan no dejaba de fumar, por fin salió el doctor, fuimos a su encuentro, pero su cara no era de felicidad, era de preocupación, José Juan le preguntó por su mujer y su hijo.

—Doctor ¿Cómo están mi esposa y mi hijo?

—Lo siento mucho señor, hicimos todo lo posible por salvarles la vida a su esposa, pero desgraciadamente nuestros esfuerzos no fueron suficientes, por desgracia ellos no sobrevivieron.

José Juan enloqueció, tomó al doctor por la solapa de la bata, y le gritó

—¡¡¡PERO QUE ESTÁ USTED DICIENDO, COMO QUE MI ESPOSA Y MI HIJO ESTÁN MUERTOS!!!

—Lo siento mucho, su hijo murió asfixiado con el cordón umbilical y su esposa de una hemorragia que no pudimos controlar.

Todos los presentes nos quedamos choqueados por la noticia, yo abracé a José Juan y lo calmé un poco, pero sus lágrimas corrían sin cesar por sus mejillas, ese era un duro recordatorio de que la muerte no solo les llega a las personas ancianas y que cualquier persona puede morir en cualquier momento tengas la edad que tengas.

Juan Manuel al saber la noticia hizo acto de presencia, se hizo cargo de los funerales, en ese terrible momento José Juan no tenía cabeza para eso, el dolor de mi marido era genuino ya que con el paso del tiempo llego a estimar a Regina, acompaño en su dolor a su compadre José Juan lo cual le agradecí, dicen que el tiempo lo cura todo, pero al parecer eso no aplicaba con José Juan, Pasó un año de la muerte de mi prima celebramos una misa por su eterno descanso, cuando termino el acto le dije a José Juan.

—Ya es tiempo que retomes tu vida, eres joven y tienes derecho a rehacer tu vida con otra persona.

—Mi vida está completa mientras tu no me des la espalda no quiero a nadie más en mi vida, tú y Silvia Camila, son toda mi vida, no necesito a nadie más.

—Pero nosotras no estamos contigo, tú necesitas una persona a tu lado.

—Yo se esperar, tengo mucha paciencia y algo me dice que tú y yo vamos a terminar nuestros días juntos.

—El paso del tiempo no hacía que mi amor por Juan Manuel decayera, sufría mucho con su indiferencia hacía mi, cuando asistíamos a actos sociales, se portaba atento y caballeroso conmigo, en esos momentos me sentía amada por mi marido, pero cuando llegábamos a casa, y el se iba a su recamara volvía su apatía hacía mí, solo me hablaba lo estrictamente necesario, yo buscaba mi medicina y consuelo que empezaba con una copa de vino y terminaba cuando ya no quedaba nada de liquido en la botella, mis hijos me perdieron el respeto completamente, ellos veían en Juan Manuel a un padre amoroso y a mí como la bruja del cuento.

Cuando cumplimos 15 años de casados. La edad era muy notoria entre Juan Manuel y yo, él tenía 47 años yo 32, es cuando reanudé mi relación amorosa con José Juan, él tenía 37 años, teníamos mucho cuidado de no levantar sospechas, nuestras citas no eran muy frecuentes ya que desde la muerte de Regina y su hijito el se refugio en el trabajo, además, desde que actúo para el padre de Octavio, le llegaron muchas ofertas de trabajo viajaba mucho a los Estados Unidos y duraba largas temporadas cuando el no estaba yo me refugiaba en la bebida.

Cuando mi hijo tenia 13 años y mi hija nueve, el 20 de septiembre de 1961, estábamos apaciblemente dormidos cuando de pronto unos toques en la puerta de mi recamara me despertaron, cuando la abrí me encontré con Juan Manuel estaba pálido como un muerto cuando le iba a preguntar que le pasaba cayó desmayado a mis pies, corrí a la recamara de mi hijo.

Nunca me amaste #SGAWARDS2017#CAJAWards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora