Parte/ 6

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—Lo único que te tengo que decir es que todo lo que hagas con tu marido nada es pecado, porque ya estas casada —recuerda que tienes que dormir con tu camisón y taparte la sábana del ojal.

Era una sábana que bordaban con una abertura a la altura de su centro, según las normas de la decencia el hombre no podía ver a la mujer desnuda, por lo tanto ella se acostaba con su camisón de dormir y se  cubría con la sábana el hombre se las ingeniaba para  introducir su miembro por la abertura de la sabana. La mayoría de las mujeres eran inocentes eran los años 20s, pero ellas, estaban más inocentes que la mayoría de las jóvenes, por ser las sobrinas del señor cura, sus amigas eran igual de inocentes que ellas, por lo tanto carecían de toda información sexual.

Esa noche que mis padres pasaron juntos, mi madre obedientemente se acostó con su camisón puesto y se tapó su sábana expectante a lo que iba a pasar.

Mi padre se sentó en el borde de la cama, y la empezó a acariciar y a besar suavemente, sin prisas, lentamente mi madre se llenó de pasión y contestó las caricias de mi padre, él le quitó el camisón y se metió debajo de la cama, ella sintió su cuerpo desnudo.

Ella se olvidó de las recomendaciones de su nana chole como cariñosamente le llamaban y sin ningún pudor se entregó a los placeres del cuerpo, durmieron lo poco que pudieron dormir esa primera noche muy apretados uno del otro.

Mi padre con el dinero que había ahorrado durante varios años y la ayuda de mi tío abuelo puso su tienda con la que tanto había soñado, una tienda donde se vendía desde una galleta hasta ropa, zapatos, utensilios para el hogar y para el campo.

El 25 de marzo de 1929, a los nueve meses de casados nací yo, la primogénita, cuando mi padre me tuvo en sus brazos dijo  —mi hija va a ser monjita,  (Religiosa)

Tuve cuatro hermanos más dos hermanas y dos hermanos, mi madre quedó imposibilitada para tener más familia.

Mis tías volcaron todo su amor en mí y en mis hermanos, a falta de hijos propios nosotros fungimos como tales, así nos veían.

Mi abuelo, no se distancio, cada cierto tiempo visitaba a sus hijas,  junto con su nueva esposa, mis tías junto con mi madre no le guardaban resentimiento gracias a la bondad de mi tío abuelo.

Una de sus nuevas  hijas junto con  su esposo murieron en un accidente de tren, dejaron en la orfandad a una niña de mi misma edad, mis tías la acogieron y la criaron como a su propia hija, la bautizaron con el nombre de Regina.

Desde el primer día que nací hasta los siete años fui inmensamente feliz rodeada de amor y mimada por mis tías.

A los siete años hicimos la primera comunión Regina mi prima y yo, fue inolvidable entramos al templo con nuestro precioso vestido que mi madre nos confeccionó iguales para que no nos peleáramos  acompañadas de mis tías Celestina y Justina que fungieron como madrinas de las dos.

Mis tías hicieron un suculento desayuno, tamales y chocolate, mi tía Justina hizo un hermoso pastel, fue mi último día feliz—. Al día siguiente lunes, mi madre hizo una pequeña maleta y me dijo.

—Termina de almorzar porque te vamos a llevar a un internado,

—¡Internado! ¿Qué es eso?

—Es una casa muy grande donde unas monjitas te van a guiar para que cuando tengas 13 años te vayas a un convento de novicia y después te conviertas en monjita, como es el deseo de tu papá.

—¿Pero, yo no quiero ser monjita?   —yo no me quiero ir de con ustedes

—Pues tienes que ir, tu papá lo ha decidido y a él no se le puede discutir nada—. Mira no te pongas triste ahí hay muchas niñas con las que vas a jugar, te van a dar de comer cosas muy sabrosas y lo principal te van a guiar hacia el señor.

—¿Cuál señor?

—Cómo que cuál señor, Niña Dios, Dios nuestro señor.

En eso llego mi padre

—¿Ya están listas?

—Si vamos, dijo mi madre.

—Mi padre sin siquiera preguntarme que si me gustaría ir me subió al coche y emprendimos el camino hacia el internado en silencio.

Llegamos a una construcción en las afueras de la ciudad, con un frontón liso sostenido por seis columnas dóricas, en un segundo plano se veía la cúpula de la capilla, mi padre toco la puerta grande de madera, por una ventanita se asomó la cara de una monja.

—¿Qué se les ofrece—pregunto la religiosa. 

—Traemos a mi hija, ya llene los papeles.

—Pasen por favor.

La monja abrió la pesada puerta y nos condujo a una salita—.  Ahorita los anunicío con la madre superiora

A los pocos minutos regresó.

—Pasen por aquí por favor.

 La seguimos hasta la dirección de la madre superiora, ella saludó amablemente.

—Bienvenidos, así es que tú eres Baudelia, me dijo tu papá que quieres ser religiosa cuando estés grande.

Yo iba a gritar —¡No, no es cierto!, pero la mirada feroz de mi padre me contuvo.

—Pues tus padres han elegido el mejor lugar, aquí te vamos a enseñar cómo ir al encuentro del señor

Enseguida dio unas palmadas y rápidamente se presentó otra monja con una cara de pocos amigos traía una vara colgada en la cintura.

Ella me tomó de la mano y me dijo dulcemente —ven conmigo, yo voltee a ver a mis padres con ojos de súplica, dije — no me quiero quedar aquí, me quiero regresar a mi casa con ustedes.


Nunca me amaste #SGAWARDS2017#CAJAWards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora