Capítulo 12: Un pretendiente pesado, un favor descarado y un árbol gigante.

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Bombón estaba en el jardín, desayunando magdalenas y pensando en los últimos acontecimientos. Ahora que las cosas se habían calmado, quería aprovechar ese rato para una de sus actividades favoritas, la lectura, pero el libro que se había llevado estaba en la mesa junto a su taza de leche y ni lo había abierto.

Algún tiempo atrás, las cosas que había hecho durante esos días habrían sido impensables. De hecho, si alguien se lo hubiera contado un mes atrás, no le habría creído. Pero ya estaba hecho, por supuesto por una buena causa, y de todos modos las aventuras ya habían terminado y ella tenía que volver a ser la princesa correcta y obediente de siempre.

Mordió una de las magdalenas y volvió a dejarla en el plato. Había otra cosa rondándole la mente: los poderes. ¿Cómo funcionaría eso? Recordó lo sucedido con los bandidos y luego lo que Bellota había hecho en casa de Sedusa. Sólo con el dedo índice - pensó. La morena sólo había tocado la pared con el dedo índice y las plantas habían comenzado a crecer de nuevo.

- Voy a intentarlo... - se dijo en voz baja. Con la punta de su dedo, acarició suavemente el borde de la mesa, pero no ocurrió nada. Volvió a hacer lo mismo con la mano entera pero tampoco hubo resultado. Frunció el ceño y apretó más... y nada. Suspiró frustrada pero no se iba a rendir. Durante casi cinco minutos, siguió tocando la mesa de todas las formas y desde todos los ángulos que se le ocurrieron, pero no apareció ni siquiera un destello. ¿Habría sido algo pasajero y realmente no tenía poderes, como pensaba al principio? - Qué decepción - murmuró, sin darse cuenta de que en la parte de abajo de la mesa que no se veía, bajo el mantel, se estaban formando pequeños carámbanos.

- ¿Estás hablando sola? - miró a su derecha y vio a Dexter con unas tijeras de podar que dejó en el suelo y se sentó a su lado.

- Estaba pensando en voz alta - respondió con una sonrisa.

- Típico, yo también lo hago a veces. Me alegro de que tu hermano se esté recuperando. Aún me tienes que contar con pelos y señales cómo conseguisteis un antídoto, será bueno saberlo y apuntarlo en mi libro de jardinería.

- Habrá tiempo, ya te contaré. Por cierto, ayer no te despediste de Robin. ¿Dónde estabas?

- Fui a la ciudad del Trébol a comprar unas semillas, cuando regresé ya se había ido. De todos modos, no creo que me echara en falta, ya nos veremos cuando vuelva a venir.

- Espero que sea pronto, me gusta tener a mis amigas por aquí.

- Bombón... - el pelirrojo se puso serio de repente. - ¿Has pensado en nosotros? - la sonrisa de la chica también se esfumó en cuestión de segundos.

- Dexter, no vayas por ahí, no hay ningún "nosotros" en el sentido que te refieres.

- Veo que te mantienes en tus trece. Sólo te pido que lo pienses y me des una oportunidad, porque puedo hacerte feliz.

- Mira, esto no puede ser, entiéndelo. Soy una princesa y... además no estoy enamorada de ti.

- ¿Y de ese rey sí? - Preguntó retóricamente - ¿Dime, estás enamorada de él?

- Sabes perfectamente que no. Cómo podría estarlo, si no le conozco...

- Entonces no veo ningún inconveniente en que lo intentemos al menos- insistió. - Huiremos lejos, tú y yo, ya te lo dije el otro día. A algún lugar donde no importe que tú seas la princesa y yo el jardinero, donde podamos empezar de cero. Trabajaré duro para que no te falte de nada, y tengo algunos ahorros...

- Sigues sin entenderlo, Dexter. Tengo un deber con mi reino, no puedo escapar así como así de mis obligaciones. Yo no dudo de tus sentimientos y buenas intenciones, pero lo que me estás pidiendo es imposible.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora