Capítulo 32: Mal de amores (parte 1)

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Había pasado poco más de una semana desde que las chicas habían vuelto a sus casas y ni ellas habían tenido noticias de Bombón, ni ella de ellas. Tampoco habían vuelto a soñar con sus maestros, lo que preocupaba especialmente a Burbuja después de la última vez que había visto a Sang, cuando prácticamente la había echado del sueño.

Bellota fue la primera en volver a aterrizar frente al castillo de su maestro tras esos días de inactividad onírica. Como era de esperar, él ya aguardaba su llegada, pero había algo que extrañó demasiado a la morena, y es que el chico llevaba una túnica gris que le ocultaba casi por completo.

— ¿Bender, eres tú? — preguntó con recelo antes de acercarse.

— Sí — efectivamente, era la voz del chico.

— ¿Qué te ha pasado?

— Oh, nada. Solo un pequeño cambio de imagen, ya lo ves — explicó divertido.

— Burbuja me contó que le pasó algo raro con el chico de su sueño, le...

— Vale, vale, vale — la interrumpió. — Eso ahora no importa, tenemos cosas que hacer.

— ¿Qué cosas?

— Me consta que pronto tendrás que usar tus poderes y hay un par de cosas que te voy a enseñar. Atenta. Quiero que imagines un agujero en el suelo, pero no demasiado grande. Empezaremos por uno sencillo, cierra los ojos y visualiza una madriguera de conejo.

— Lo tengo. ¿Ahora qué? — cuestionó sin abrir los ojos.

— Ahora levanta un poco el pie y luego pisa fuerte.

Bellota hizo caso, pero en cuanto volvió a pisar se escuchó un fuerte temblor y tierra bajo sus pies se deshizo en pedazos. La chica estuvo a punto de caer pero Bender la agarró del brazo y con el mismo movimiento que ella había hecho, restauró la tierra.

— ¡¿Eso era una madriguera de conejo, Bellota?! ¿En serio?

— Perdón, fue sin querer.

— No pasa nada, estás aquí para aprender y evitar precisamente cosas como esa. Lo practicarás hasta que te salga perfecto.

Pasó mucho rato hasta que la ojiverde logró realizar bien el primer ejercicio. No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero le parecía una eternidad. Bender estaba muy sereno, indicándole cómo debía hacer las cosas; primero la madriguera, luego un hoyo más grande, luego un abismo. Finalmente, Bellota consiguió controlar aquella técnica, aunque no entendía de qué le serviría. Si el mago oscuro las atacaba no le iba a servir de nada, pues él podía volar.

Se dejó caer sobre la hierba y cerró los ojos. Bender se sentó frente a ella y de la nada hizo aparecer una manzana y le dio un mordisco.

— ¿Es cierto que llevas siglos en este sitio?

— Bueno, quizás lo exageré un poco, la verdad es que cuando uno está aquí dentro pierde la noción del tiempo. Y además hubo una confusión con los planos y... no debería contarte esto.

— Vaya, está bien... ¿y qué harás cuando acabes aquí?

— Menuda pregunta, pues volver a mi casa — respondió encogiéndose de hombros. — Tenemos más cosas que hacer. ¿La señorita ha acabado ya con las preguntas?

Bellota se hizo la pensativa y luego sonrió divertida.

— Solo una más. ¿Tienes hermanos o eres único en tu especie?

Bender se quedó callado y ya parecía que no iba a contestar a su pregunta, pero al final habló.

— Hay más como yo. Tengo un hermano y una hermana, y no se admiten más preguntas. Levanta, antes de que te despiertes tienes que ser capaz de envolver las plantas que creas con barreras protectoras.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora