Capítulo 33: Mal de amores (parte 2)

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Bellota y Burbuja se separaron para buscar a Dexter por la ciudad, y al no encontrarle ahí, pasaron por la casa de la ojiverde por un caballo y fueron a buscarle primero a su casa, luego por los pueblos de los alrededores y hasta llegaron al palacio de Nordixia, pero el chico no estaba por ninguna parte. Pasaron horas así, buscando en vano, y finalmente decidieron ir a la casa de Sedusa para ver cómo llevaba el antídoto.

La curandera tenía el pelo enmarañado y la ropa manchada de todo tipo de colores, pero estaba serena y tarareaba una cancioncilla al tiempo que removía algo en un caldero. Invitó a Burbuja y Bellota a que se sentaran mientras terminaba de preparar la poción que necesitaban y las chicas observaron en silencio cómo del recipiente salía una neblina de color rojizo.

— Esto... ¿falta mucho? — preguntó la morena, que ya empezaba a impacientarse cuando llevaban diez minutos allí.

— Solo un poquito. Burbuja, ¿podrías pasarme el cuenco que está a tu derecha?

La rubia cogió el cuenco, que estaba lleno de un extraño líquido verde y se lo tendió a Sedusa, que lo vertió en el caldero. La mezcla burbujeó unos instantes y luego salió la neblina que lo envolvía se volvió verdosa.

— ¿Qué habrá sido esa cosa verde? — susurró Burbuja, Bellota se encogió de hombros.

— No estoy segura de si quiero saberlo.

— Chicas, esto ya casi está. Si tenéis que usarlo, recordad que un trago es suficiente y debéis dárselo a la persona afectada cómo máximo una hora después de que haya tomado la poción. Si pasa más tiempo no hará ningún efecto.

— Entendido — respondieron las chicas.

— Y por cierto, causa mucho sueño una vez que empieza a hacer efecto.

Pasaron otros veinte minutos antes de que la mujer anunciara que el antídoto estaba listo. Cogió un frasquito de cristal para llenarlo con aquella sustancia de tonos verdosos y lo cerró con un pequeño tapón de corcho. Bellota lo guardó en el bolsillo de su pantalón y ambas le dieron las gracias. Les pidió cinco monedas de oro por la poción y, después de pagarle, las dos amigas subieron al caballo y se dirigieron hacia el puente.

Al salir se dieron cuenta de que casi era la hora a la que había acordado verse con Dexter, y se llevaron una gran sorpresa al verle precisamente allí, en el único sitio donde no se les hubiera ocurrido buscarle.
Lo cierto era que el pelirrojo no se estaba escondiendo porque no sabía que habían descubierto sus planes. Para él, el plan seguía adelante, por eso le sorprendió ver a Bellota hecha una furia, caminando con él con grandes zancadas con el puño en alto como si fuera a pegarle. Se levantó de la roca donde estaba sentado comiendo una pera y miró a la morena con desconcierto mientras Burbuja la agarraba del brazo.

— ¿Qué ocurre, chicas?

— ¡Y aún tienes la desfachatez de preguntarlo! ¿No decías que querías despedirte de Bombón? — gritó.

— Sí... — contestó con total tranquilidad. — A eso voy. ¿Pero por qué estás tan enojada?

— ¡Nos has mentido! Sabemos lo que planeas — continuó zafándose del agarre de Burbuja y señalando al chico con el dedo. — Hemos hablado con Sedusa, le has pedido una poción de amor para dársela a Bombón.

Dexter frunció el ceño pero trató de mantener la calma, como siempre. Luego desvió la mirada, aparentando cierta confusión.

— Lo siento Bellota, pero no sé de qué me hablas.

— No te hagas el bobo — intervino la rubia. — Nos ha dicho que era un chico pelirrojo, de nuestra edad, y que le había pagado cincuenta monedas de oro por la poción. ¿Casualidad?

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora