Capítulo 53: La verdad sobre los chicos del sueño.

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AVISO: Pequeña parte con contenido ligeramente subido de tono. Si lees, lo haces bajo tu propia responsabilidad.
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Le parecía oír la voz de Robin como un eco lejano e inalcanzable, proveniente del cielo o de ninguna parte, y a la vez de todos lados. Simplemente la oía, pero no despertaba de un sueño tan realista que casi le asustaba. En el sueño, Anthony corría de un lado a otro porque se sentía perseguido, aunque en ningún momento veía a nadie.

Todo era extraño a la par que normal. Era de día y de pronto era de noche, dependiendo de en qué dirección miraba. Lo curioso era que el lado del día cada vez se veía más bonito, con flores que se abrían y pájaros que volaban de aquí para allá; el lado oscuro en cambio se volvía más y más espeluznante, con árboles secos de ramas que semejaban brazos y manos de monstruos que parecían hacerle gestos al moverse mecidos por el viento, llamándole para que se acercase.

Anthony no podía decidir adónde dirigirse. Por un lado, quería ir por el lado de la luz por puro sentido común. Por otro, cada vez que echaba a correr hacia allí, sentía una extraña fuerza que le detenía y le hacía darse la vuelta; para cuando se daba cuenta, ya no corría hacia el día sino hacia la noche. Toda la confusión que sentía en esos instantes se mezclaba con esa angustia que se siente cuando estás teniendo una pesadilla y sabes que algo va mal, mas no sabes exactamente qué.

De pronto, dejó de sentir esa presión por elegir uno de los dos bandos y vio una burbuja brillante no muy lejos de donde se encontraba. Esta quedaba en medio de los dos lados, pero estaba más iluminada por la luz del sol resplandeciente que por la de los suaves rayos lunares.

Se sintió atraído por esa luz y casi sin darse cuenta echó a andar hacia allí. Cuando estuvo cerca, de la burbuja salieron un montón de estrellas que le deslumbraron y tuvo que cerrar los ojos por unos segundos. Cuando volvió a abrirlos, Anthony se encontró con una silueta femenina que poco a poco fue tomando forma a medida que la luz que la envolvía desaparecía. Su presencia le provocaba una paz inexplicable.

— ¿Quién eres? — preguntó el chico. Al no obtener respuesta, dio unos pasos más hacia la misteriosa mujer.

— La respuesta está en tu corazón.

Qué voz... era muy dulce, parecida a la de Robin. Cuando la luz desapareció por completo de aquella silueta, el pelicastaño pudo ver a una mujer joven, quizás no mucho mayor que él, pero que se veía más madura. Tenía el cabello azabache, lacio y largo hasta la cintura, y unos ojos azules como el mar. Su rostro le parecía familiar, pero no recordaba haberla visto alguna vez.

Muchas preguntas pasaban por su cabeza cual estrellas fugaces por el cielo nocturno, pero era incapaz de formular ninguna.

— ¿Estoy soñando?

— Sí y no.

— ¿Eres real?

— Sí... y no — repitió la joven.

— No entiendo nada...

— Hay oscuridad en tu interior — la chica alargó el brazo hacia Anthony, él quiso moverse pero no pudo. — No te dejes dominar por ella. Tú puedes escoger tu camino.

La ojiazul puso su mano en el pecho de Anthony, encima de su corazón, y cerró los ojos. Él también, aunque lo hizo sin ser conciente de ello. Sintió dolor por un momento, pero la calma que le invadió después le hizo olvidarlo. Cuando abrió los ojos, el ojiverde pudo ver cómo varias maripositas negras revoloteaban a su alrededor; no supo cómo, pero tuvo la certeza de que habían salido de su interior, llevándose parte de esa oscuridad de la que hablaba ella.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora