Capítulo 47: ¿Habemus boda? (parte 1)

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Las horas del día siguiente transcurrieron entre preparativos, repasos de papeles y festejos en muchos puntos del reino. Al contrario que Bombón antes de su boda, Robin se emocionaba más a cada hora que pasaba y los nervios eran cada vez menos. Anthony le había demostrado que era un buen chico y además habían congeniado, se gustaban y eso solo podía significar que su matrimonio iría bien. La pelicastaña estaba convencida de ello.

No era lo que hubiera imaginado tiempo atrás, y la idea en un principio no le había gustado nada, pero ahora las cosas habían cambiado y se alegraba de que todo empezara a salir bien. Al menos por una parte...

Como si hubiesen estado esperando hasta el último momento para aparecer, los reyes de Leynor llegaron con su hijo Phil la tarde antes del día de la boda de Robin. La susodicha no se encontraba en el castillo de Lirixia en esos momentos, lo que supuso cierto alivio para Phil, que temía el momento de volver a verla.
Había tenido pesadillas con esa boda durante días y estaba seguro que por mucho que tratara de disimular sus sentimientos y fingir que ya lo había superado todo, su actitud acabaría delatándole delante de la chica. Por esa razón tomó la decisión de hablar con ella a las claras y decirle lo que sentía sin tapujos, pues de nada serviría mentirla. Tenía decididas hasta las palabras que le iba a decir, y pensaba cumplirlas.

En todo el reino la gente había comenzado ya a festejar y no había pueblo ni ciudad donde no sonara música y no hubiera bailes. Muchos iban de un sitio a otro para seguir la fiesta cuando se cansaban de la música que tocaban en un lugar o llegaba la voz de que en el pueblo vecino tenían vino de mejor calidad. Por eso, entre tantas idas y venidas, la noticia de que los reyes Lock y Lily ya estaban el Lirixia no tardó en llegar a oídos de Robin.

La joven estaba con Burbuja, Bombón y Bellota en la Ciudad Castaña, llamada así por estar rodeada de castaños; las cuatro se habían unido a un grupo que bailaba en medio de una plaza y ya llevaban un buen rato siguiendo los pasos y tarareando la melodía alegre que los músicos lugareños tocaban. Robin, que hasta ese momento había estado de lo más alegre, perdió la sonrisa y se encaminó hacia el lugar donde las esperaba el carruaje, no sin antes agradecer a las gentes de la ciudad por su simpatía y despedirse de sus amigas.

— ¿Estás segura de que no quieres que te acompañemos? — había preguntado la rubia.

— No, mejor quedaos aquí en la fiesta. Este es un asunto al que debo enfrentarme sola.

Y así lo hizo. No sabía si encontraría a un Phil sonriente y animado, como había sido siempre él, o uno triste y serio. Fuera como fuera, estaba segura de que era mejor hablar con él para averiguar cómo se encontraba y cerciorarse de que las cosas entre ellos estaban bien.
Bajó del carruaje tan pronto como este se detuvo frente al palacio y caminó con paso firme hacia el interior, imaginando el encuentro, pero en cuanto tuvo al joven de cabello negro y mechas rojas delante, se quedó en blanco. Se cruzaron en uno de los pasillos y por unos instantes reinó el silencio.

Phil había perdido algo de peso, eso fue lo primero que notó Robin al verle. Él, que era esbelto por naturaleza, ahora parecía haber encogido un poco. Buscó su mirada y la encontró apagada pese a que el chico luchaba por mantener una sonrisa en la boca.

— Robin... por fin — el chico la abrazó y ella correspondió al abrazo. Permanecieron así unos segundos. — ¿Cómo estás?

— Yo bien, pero tú... ¿no estarás enfermo? — preguntó con cierta preocupación. — Has adelgazado y tienes ojeras.

— No te preocupes, son los viajes en barco, que me marean mucho... — mintió. — Bueno, cuéntame qué tal te va todo. Mañana te casas...

— Sí, respecto a eso... tenemos que hablar.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora