Capítulo 36: Un beso especial [2]

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Poco antes de la hora de cenar, la madre de Bellota la mandó a hacer un recado. Se le había acabado el perejil y lo necesitaba para la comida, así que le pidió a su hija que fuera hasta el puesto de frutas y verduras que tenía una señora llamada Erin en una pequeña plaza cerca de su casa.

Ya se estaba haciendo tarde y la mujer no tardaría en cerrar, así que la morena tenía que darse prisa. Por suerte, pudo llegar a tiempo para llevarse un manojo de perejil fresco y emprendió el camino de regreso hacia su casa.
Había poca gente por las calles a esa hora, pero la ciudad era un lugar tranquilo así que no había nada que temer. Por esa razón la morena no esperaba que alguien tiraría de su brazo arrastrándola a un callejón oscuro.

Se giró dispuesta a patear a quien fuera que se había metido con ella, pero sus ojos se abrieron como platos al ver de cerca ese rostro tan bien conocido; el de Butch.

— ¿Qué estás haciendo, maldito acosador?

— No soy un acosador sino un admirador — puntualizó.

— Lo que sea, no tiene gracia.

— Claro que no, ninguna chica se me había resistido tanto como tú. Imagínate cómo me siento.

— ¿Por eso me sigues? ¿Porque esto supone un reto para ti?

Butch pareció pensarlo unos instantes y luego se encogió de hombros.

— En realidad, al principio sí, pero ahora no lo sé. Tengo la sensación de que nos une algo.

— Eso les dirás a todas, adiós.

Bellota le dio la espalda para marcharse, pero el moreno volvió a cortarle el paso.

— Vamos, ¿qué te cuesta? Dame un beso y te dejaré tranquila. Lo prometido es deuda.

— Yo no lo prometí y no pienso hacerlo.

— Hace poco estuviste a punto, y no parecías molesta en absoluto.

— Olvídalo y ya. Vete a buscar a esas que no se te resisten.

— Está bien, te propongo otra cosa. Dame un beso en la mejilla y me largo.

— ¿Estás sordo o qué?

— No estoy sordo, es que por alguna razón no sales de mi cabeza desde hace días. Necesito esto, ¿lo entiendes?

La ojiverde se sonrojó, pero seguía sin fiarse de él. Su insistencia la halagaba a la par que la ponía incómoda y no sabía qué hacer, porque en el fondo, la idea era tentadora. La curiosidad atacaba de nuevo.

— Mira... no estoy segura de que esto sea buena idea. Apenas te conozco — fue el argumento que usó como excusa, pero a Butch no pareció importarle.

— Cómo que no, si nos hemos visto muchas veces. No empezamos con buen pie, pero las cosas pueden cambiar. Ven, quiero enseñarte algo.

— No, en serio, déjame. Tengo que volver a casa.

— Y yo también, pero la noche es joven. Vamos...

— ¿Adónde?

Butch echó un vistazo y salió del callejón en dirección a un pequeño descampado que quedaba al final de la calle. Bellota dudó unos segundos, pero finalmente decidió seguirle.

No se veía a nadie alrededor, la gente ya había vuelto a casa y el cielo estaba lleno de estrellas. El moreno se sentó en la hierba y le indicó a la joven que hiciera lo mismo. Bellota se sentó a su lado, pero manteniendo cierta distancia. Butch rodó los ojos con una sonrisa burlona y se acercó a ella.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora