Capítulo 35: Recuerdo bueno, recuerdo malo. [1]

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El sol radiante bañaba con su luz todo el reino, parecía que iba a ser un día; al menos de lejos daba esa impresión.

Mientras desayunaba en el comedor, Bombón escuchó unos gritos y en seguida reconoció la voz de Brick, que llegaba desde alguna parte de los jardines por una ventana abierta. Se levantó y fue a asomarse a ver qué ocurría, pero desde allí no se veía nada. Decidió que saldría a ver qué pasaba y por el camino se topó con el mayordomo Mojo.

— ¿Sabe usted qué ocurre ahí fuera? — preguntó al hombre del turbante y este asintió.

— Está furioso, todavía no sé quién pudo ser... — murmuraba Mojo.

— Espere, ¿qué ha pasado?

— Oh, ¿no se ha enterado? Algún jardinero ha arreglado los rosales secos.

— Y... ¿qué tiene eso de malo?

— ¿Pero no lo sabe usted? El rey prohibió expresamente que se tocara esa parte del jardín hace tiempo. Por eso está tan enojado — explicó el mayordomo.

— Lo sabía pero... fui yo — confesó. — Les pedí a mis amigas que me ayudaran a arreglarlo.

Mojo la miró con gran sorpresa, dirigió una mirada hacia la ventana y luego se rascó la cabeza, al parecer analizando la situación.

— En ese caso le aconsejo que se lo cuente, cuanto antes mejor.

...

Los seis jardineros que trabajaban en el palacio se encontraban colocados uno al lado de otro, firmes, sudando frío, algunos con los ojos cerrados mientras Brick les gritaba. Cuando Bombón llegó, él ya llevaba un rato así y parecía que el regaño ya estaba llegando a su fin, aunque Brick no parecía nada sereno.

Quería saber quién había sido el valiente que había osado tocar los rosales, pero nadie confesaba; y es que ninguno era responsable. Uno de ellos dio de pronto un paso al frente, para sorpresa de todos. Bombón le reconoció, era el que había aceptado a limpiar la fuente.

— Majestad, yo, yo... este... yo... — balbuceaba.

— He sido yo — intervino Bombón. — Disculpen este malentendido, pueden retirarse — dijo a los jardineros y estos se fueron casi corriendo.

Bombón esperaba en tensión que Brick reaccionara, pero este se había quedado con la mirada perdida en la fuente en cuanto ella había pronunciado la primera frase.

— ¿Brick? Sé que estás enfadado aunque no entiendo la razón. No tenía mala intención, solo que estos arbustos estaban resecos y me pareció que...

— ¿Y qué te pareció? — la interrumpió, estaba furioso, como el día anterior. — ¿Que podías ignorar las órdenes que les había dado a los jardineros? ¿Quién fue el que lo hizo? ¡Pienso despedirle!

— No fue ningún jardinero, les pedí ayuda a las chicas, con sus poderes...

El pelirrojo frunció todavía más el ceño y recorrió los rosales revividos con la mirada. El agua de la fuente estaba tan limpia que las gotas que salpicaban parecían pequeños diamantes. Las rosas de un color rojo intenso, frescas como nunca.

— ¿Qué pasa con este lugar? — preguntó Bombón. — ¿Por qué ordenaste que lo dejaran descuidado?

— Eso no es asunto tuyo.

— Te equivocas. Vivo aquí, creo que tengo derecho a saberlo.

Brick cerró los ojos e inspiró lentamente, parecía que se estaba esforzando por calmarse. En su mano se formó una pequeña llama y la ojirrosa le cortó el paso cuando vio que pretendía destruir esas plantas de nuevo.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora