Capítulo 64: Una reconciliación y un poder insólito.

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El manto oscuro de la noche se veía alterado por los rayos de luz que desprendían las manos de los piratas, todo gracias a los poderes que habían obtenido minutos antes pero que les durarían pocas horas. El rey de los piratas, el famoso Cardo, se encontraba tumbado en una cómoda hamaca entre dos palmeras, observando cómo sus aprendices competían entre sí para demostrar quién era mejor.

La prueba en sí era difícil, pero la hacía aún más complicada el hecho de que los chicos no sabían qué tipo de poderes se les habían dado, y por ende, tampoco sabían qué esperar cuando intentaban averiguarlo. Willy "el niño" había sido el primero en descubrir que poseía poderes de fuego, mas su duelo contra Willi "el otro" había durado poco porque sus pantalones comenzaron a arder y corrió de cabeza al agua para apagar la llama; momento que el otro utilizó para congelar el líquido con sus poderes de hielo y así venció. El Cardo y todos los demás se habían partido de risa ante semejante espectáculo.

Las siguientes competiciones enfrentaron a Terence "el cebolla" contra Cangrejo Sam, que descubrieron que tenían poderes de aire y agua respectivamente. Terminó ganando "el cebolla" utilizando el viento con aroma a cebolla en su favor. El Cardo lo calificó de ingenioso e incluso le dio una palmadita en la espalda por la idea.
Blaine puso especial atención al área de combate cuando salió su mejor amigo Elías, un joven de pelo negro y ojos marrones, y frente a él se plantó Poll "Pipo", que ni en ese momento se había sacado el pequeño cigarrillo de la boca. Fue una sorpresa para ambos contrincantes descubrir que tenían poderes de tierra, y el resto se tuvo que alejar cuando Elías sin querer convirtió toda la zona en arenas movedizas. Finalmente, "pipo" el fumador empedernido se dio por vencido al ver que no podía librarse de uno de los charcos de arena de Elías, y este último se proclamó ganador.

El Cardo resopló ante la rapidez con que terminó el combate entre el rubio regordete Lenny y el fortachón tatuado llamado Ashton "calavera", que combatieron tierra contra agua. También se acabó en un abrir y cerrar de ojos el duelo de Herald "el chispa" y Jerry "el flaco". El primero se movía tan rápido que su contrincante apenas era capaz de ver por dónde le venía, y sus poderes de naturaleza no fueron rival para la superfuerza que había conseguido el primero.

Finalmente, llegó el momento del último combate y el Cardo se incorporó en la hamaca para ver bien qué sucedía. Blaine tragó saliva y se colocó en su puesto con los puños apretados, nervioso, ante su decidido rival: Salvator. El susodicho sonrió satisfecho, pues aunque ninguno de sus compañeros le caía especialmente bien, a Blaine le tenía mucha más tirria que al resto. Salvator esperaba superfuerza, aire o tal vez fuego, por eso se sorprendió y decepcionó cuando ante el movimiento de sus brazos se alzaron dos grandes olas de agua. De todas formas, no se detuvo y canalizó esa energía hacia Blaine, que recibió el impacto de lleno y se golpeó contra el tronco de una palmera. El Cardo se frotó las manos, intrigado, y se acomodó de nuevo en la hamaca.

— ¡Vamos, Blaine! — lo animó su amigo Elías y los demás lo secundaron.

— Demuestra lo que vales, tío, ¡tú puedes! — añadió Jerry "el flaco".

Salvator los miró por encima del hombro, se pasó la mano por el pelo rojo mostrando que ni se había despeinado tras el fructífero ataque y luego volvió la vista hacia el peliblanco, que se miraba las manos todavía dudando de cómo actuar. Antes de que se decidiera, una enorme ola voló hacia él de nuevo y, una vez más, fue incapaz de detenerla. El agua lo dejó tirado en la arena, empapado, medio derrotado ante el orgulloso y competitivo Salvator que ya estaba a punto de proclamarse campeón de aquel combate.

— Un golpe más y estás acabado — murmuró el pelirrojo mientras preparaba su siguiente ataque.

Blaine, al ver que el chico avanzaba hacia él, sacudió la cabeza y se levantó tan rápido como pudo para alejarse. Entonces decidió atacar también, pero cuando alzó las manos, nada ocurrió. Por unos instantes se hizo un silencio absoluto, incluso el Cardo frunció el ceño ante la sorpresa. El peliblanco repitió la acción sin dejar de retroceder mientras Salvator caminaba decidido hacia él, haciendo la siguiente ola de agua más y más grande. No obstante, no pasaba nada, ni un rayo, ni una llama, ni un grano de arena se movía; ¿acaso no tenía magia? ¿Lo habían engañado?

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora