Capítulo 62: Una boda clandestina y una revelación impactante.

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El sol naciente se reflejó en sus ojos verdes, haciendo que su color se viera todavía más intenso. Malinski frunció el ceño y sonrió ladino mientras con la mano derecha apretaba su bastón de esmeraldas incrustadas. A lo lejos se alzaba, majestuoso, el palacio de Carixia; con sus torres altas, sus ventanas recién limpiadas y sus banderitas ondeantes.

Bombón no estaba allí, el mago lo sabía porque no sentía cerca la energía blanca que solía percibir cuando la pelirroja andaba cerca. Pero no importaba, porque en esa ocasión no tenía ningún interés en buscarla a ella, sino a su marido.

El rey Brick estaba a punto de descubrir muchas cosas. Pronto sabría lo que el tatuaje del dragón en su espalda representaba, quién era en realidad el hombre que le había dado poderes mágicos, a él y a su amigo Butch; cuál era el precio que tenía que pagar por todo ello, porque una autorización para las Tierras Mágicas y unos recursos minerales y mágicos no iban a ser suficientes para el mago oscuro. Y tal vez lo más importante: cuál sería su papel en aquella "partida de ajedrez", como Malinski llamaba sus planes, en la que se empeñaba en tener el control sobre todas las piezas.

Y Brick era una pieza muy valiosa en aquel tablero.

Una conversación reveladora, pensaba Malinski. No cabía duda de que Brick, al menos al principio, se negaría a seguir formando parte de aquello y hasta podría enfrentarse a él. Sin embargo, el pelicastaño sabía cómo dar la vuelta a la tortilla para que las cosas salieran como él quería. Sabía exactamente lo que tenía que decirle a Brick para asegurarse su lealtad y su obediencia. Sabía cómo obligarle a hacer lo que él quería y también la manera más simple de manipularle, pues ya conocía uno de sus puntos más débiles: Bombón.

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Después de una noche bastante intranquila en el castillo, en la madrugada los gritos por fin habían cesado dando paso al llanto de un bebé que conmovió a todos. Berserk había dado a luz a un niño. Después de romper aguas en pleno pasillo, un par de criadas le habían ayudado a llegar a su habitación y habían traído a una partera para que la atendiera hasta que llegara el médico.

Brick no asomó por allí en ningún momento, pero desde el pasillo pudo escuchar, junto a su hermana Ruby, los gritos de la pelirroja. Después de que el doctor anunciara que todo estaba en orden y se marchara, todo se quedó en silencio. La mujer y el bebé se habían quedado profundamente dormidos, y de eso hacía ya varias horas.

Las fresas no tenían el sabor de siempre, eso pensaba Brick mientras desayunaba. Masticaba lentamente, sin ganas. Recordó la tarde de picnic con Bombón cuando ella le había lanzado una fresa ante las amenazas de él de quemar los rosales. Definitivamente esas fresas habían sido mucho más dulces, como ese momento con ella.
Soltó un suspiro y decidió dejar las fresas, miró hacia el bol que había en el centro de la mesa para escoger otra fruta pero se distrajo al oír pasos acercándose.

— ¿Puedo?

Ruby tenía cara de culpabilidad, una faceta de ella que Brick no había visto hasta ese momento. En esta ocasión, la joven esperó a que le diera permiso para sentarse, respetando su autoridad y su decisión.

— Claro, hay sitio de sobra — contestó finalmente el ojirrojo y señaló con la mano el resto de sillas, que estaban vacías.

— Gracias. Quería hablar contigo sobre lo que ha pasado.

— Sé más específica — dijo él fríamente. — Han pasado muchas cosas.

— Pues... quiero pedirte disculpas por haber traído a Berserk aquí, y por haberte amenazado. — Ruby tragó saliva antes de continuar, Brick la miraba con el ceño levemente fruncido. — También por haberte juzgado sin conocerte y no haberte creído cuando decías la verdad. Lo siento mucho, te lo digo de corazón.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora