Capítulo 56: Amarga derrota.

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A lo lejos se escuchaban los graznidos de las gaviotas y algunos rayos de sol se filtraban por la pequeña y redonda ventana del camarote donde se encontraba la reina Ria. Solo disponía de un colchón y una silla vieja, pero era mejor que nada. Llevaba días en ese lugar, al principio la tenían encerrada en otro más pequeño sin ventanas; ahora al menos podía ver el exterior, aunque se encontraban en medio del mar. Casi no le dejaban ver a su hijo, solo se lo llevaban de tanto en tanto para que viera que se encontraba en buenas condiciones.

Había perdido la cuenta de los días que llevaba allí, tres como mínimo porque eran los que había pasado en aquel camarote donde se encontraba ahora, pero antes había estado en otro totalmente a oscuras y ahí había perdido la noción del tiempo. No veía el momento de salir de ese lugar y que se terminara esa pesadilla. No aguantaba más encerrada en aquel lugar, vigilada por los piratas que habitaban en el barco y sin saber qué suerte habían corrido su hermana Bell y su esposo Albert.

La puerta se abrió de golpe y un tipo de barba negra y enmarañada entró con un papel y una pluma en la mano. Tiró los dos objetos en el colchón donde estaba sentada la mujer y la miró con mala cara.

— Tengo instrucciones pa' usté, señora — dijo de mala gana. Parecía borracho. — Va a escribir una carta a su marío, pa' que le diga que se rinda po' las buenas si la quiere volver a ver a usté, y al crío que ma reventao los témpanos de tanto chillar toa' la noche.

— Los tímpanos... — le corrigió ella, el tipo la miró como si le hubiese hablado en chino. — Digo, lo de las orejas se llama tímpano. Un témpano es un bloque de hielo.

— Mire señora, no se pase de lista y no me cabree, que yo cuando me cabreo pierdo los estribillos y la aseguro a usté que no me querrá ver enfadao.

— Se dice perder los estribos, no los estribillos — replicó Ria, desafiante.

— Tenemos al crío arriba, escriba la carta antes que se m'acabe la paciencia y la pague con él.

La mujer tragó saliva, pero no dijo nada más por si acaso. Cogió la pluma y pensó bien lo que iba a escribir; seguramente lo leerían antes de enviarlo para asegurarse de que decía lo que ellos querían. Aunque por el pirata que tenía delante no tenía que preocuparse, pues por cómo hablaba, dudaba que pudiese leer.

— Rapidico si pué ser, que no tengo to'l día.

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— Pero no lo entiendo, Valéri. ¿Para qué quieres acceso a las Tierras Mágicas de Nordixia y Carixia, si el amuleto de la primera ya lo tienes y en la segunda no hay nada? — preguntó "el Cardo", el líder de los piratas. Se encontraba de nuevo bebiendo con Malinski y habían terminado hablando detalladamente de los planes de este último.

— Muy sencillo, amigo mío. Necesito tener acceso a todo el territorio de las Tierras Mágicas porque no sé lo que va a pasar. La sexta elegida nació en Nordixia pero actualmente es la reina de Carixia, así que si se da el caso de que no consigo derrotarla, igual que me pasó con las anteriores, tendré que buscar el amuleto como ahora. No puedo saber si irá a parar en las tierras mágicas de Nordixia o de Carixia, así que más me vale poder entrar en ambas. Por no mencionar la cantidad de material que hay allí para pociones y hechizos... es la mina más grande de nuestra tierra.

— En eso tienes razón.

— Por cierto, ¿han encontrado ya a la hermana de la reina Ria?

— Todavía la andan buscando, pero es cuestión de tiempo. Podrá huir pero no podrá esconderse para siempre.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora