Capítulo 26: Ensaladas, una visita nocturna y el final de los Campeonatos.

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Lo primero que Boomer vio al abrir los ojos por la mañana fue un niño inclinado sobre su cama, como un fantasma. Al no esperarse aquello, el rubio se asustó y se cayó de la cama. El niño se rió de él pero inmediatamente apretó los labios para mantenerse serio en cuanto el susodicho se levantó.

— ¿Qué significa esto? ¿Quién eres tú? — preguntó mientras se levantaba adolorido.

— Una señora me ha dado esto para usted — respondió el pequeño tendiéndole una nota cuidadosamente doblada.

Boomer la abrió y tras leerla se pasó la mano por la cara y el cabello. Era de su madre citándole aquella misma tarde en un restaurante, con "la chica". Aquello pintaba mal. Tal vez se había precipitado al confesarle a su madre que le gustaba una chica... pero peor era alimentar las falsas esperanzas de la mujer y de Brat, puesto que él no quería estar con ella. Solo esperaba que su madre no dijera nada que le pusiera en un compromiso delante de Burbuja y que la joven fuera de su agrado.

— ¿Me va a dar propina o no?

El ojiazul buscó en sus bolsillos y sacó una moneda que el niño recibió encantado.

— Aquí tienes, gracias.

El chiquillo le sonrió y se fue corriendo. Boomer miró por última vez el papel antes de meterlo en su bolsillo y se tumbó de nuevo en la cama, estaba todavía un poco cansado. Justo empezaba a dormirse cuando la voz de Butch irrumpió en su cabeza.

— Hoy es el último día de los Juegos. Hay que levantarse...

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Las grandes puertas del campo de los campeonatos estaban adornadas con cintas de todos los colores, y por los alrededores también colgaban guirnaldas y farolillos coloridos que por la noche serían encendidos. A pesar de los últimos acontecimientos, la gente seguía acudiendo con emoción a ver el espectáculo. Además, quizás porque era el último día, daba la impresión de que había incluso más gente que en días anteriores.
Las gradas se llenaron de espectadores, y al mismo tiempo, en la Zona Neutral los vendedores de los puestos ambulantes no daban abasto para vender comida a tanta gente. Entre ellos estaba Bellota, que intentaba abrirse camino entre la pequeña multitud que se había formado ante un vendedor de salchichas.

La morena sintió un codazo en la espalda, luego otro, y otro más, y no era la única, puesto que estaba en medio del grupito y todos se empujaban unos a otros. Estaba a punto de girarse para gritarle a quien fuera el que estaba detrás que tuviera más cuidado, cuando una sombra se cernió sobre ella. Se dio la vuelta y vio al tipo barbudo que se hacía llamar "el Navajas" con varias salchichas envueltas en un papel. Le hizo un gesto inclinando la cabeza para que le siguiera y la chica obedeció.

Una vez alejados de la multitud hambrienta, el tipo sacó una de las salchichas y se la comió de un bocado. Luego le tendió el resto a Bellota, que dudó antes de coger una.

— Gracias.

La ojiverde sacó un par de monedas para pagarle, pero el hombre negó con la cabeza sin dejar de masticar, y finalmente habló cuando se tragó la comida.

— ¿Y bien? ¿Has pensado en lo que te propuse?

— Sí, pero los Campeonatos ya se acaban y yo me marcho. Sería genial tener un maestro como tú, sin embargo... no hay tiempo — la chica se encogió de hombros.

— Todavía queda todo el día de hoy, y parte de mañana. Tienes mucho potencial, y de verdad me gustaría ayudarte a mejorar. Como ya te he dicho, no tengo hijos a los que enseñar a luchar, y tú me has caído muy bien. Estaré por aquí todo el día, si cambias de idea, búscame.

Los colores del amor - (PPG y RRB).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora