Capítulo 27

391 26 0
                                    

—¡Te atrapé! —dice una voz femenina a mis espaldas.

Pestañeo y compruebo quién es la persona que me ha ayudado. Su cara me resulta conocida.

—Gra...—empiezo a decir.

—¡Por fin! —me interrumpe ella, sobresaltándome—. ¿Dónde te habías metido? —pregunta con total confianza y hablando muy rápido—. Te estaba buscando —me asegura, y acto seguido me coge las manos y las junta bajo las suyas. Me sonríe amigable—. Vamos, ven conmigo ahora mismo.

Tira de mí y, aprovechando mi falta de decisión, logra que nos alegremos a una velocidad extraordinaria de todo el bullicio.

—Espera. ¿Tú quién eres?

Al no recibir respuesta, intentó recordar dónde he visto antes a esta mujer. De pronto, me viene a la cabeza la despampanante morena de piernas largas que vi el fin de semana pasado en el aparcamiento del Florida Night, apoyada sobre un Lamborghini rojo. De cerca y con más luz, parece mayor de lo que me pareció la última vez.

¡Oh, no! Es la acosadora de Alex. ¿Cómo ha podido dar conmigo? Intentó soltarme, pero ella me tiene bien sujeta y además me ha clavado las uñas, lo que me dificulta la tarea. Si al monos no hubiera tantas personas alrededor, podría sacar el móvil...

—¿Qué es lo que quieres? —digo alzando la voz todo lo que puedo.

—Ya nos ha visto... ¿Puedes ir más rápido, por favor? —me urge alarmada.

—¿Nos ha visto quién? —me interesó, todavía más preocupada que antes.

—años está siguiendo —se limita a contestar.

Miro hacia atrás. Elisa ha ocupado el sitio de Alex. Ahora la música es aún más caótica, pero nadie parece percatarse de ello. ¿Dónde se ha metido Alex?

Yo me resisto agarrando me al marco de las puertas situadas al final de la sala, pero ella, con gran habilidad, me golpea uno de los tobillos con la puntera de una de sus botas y, justo cuando me agacho para frotármelo y calmar el dolor, me empuja con apremio hasta que logra meterme en el ascensor.

El cubículo, de paredes metálicas, es bastante pequeño, pero tiene la suficiente anchura como para que quepan al menos tres o cuatro personas. No obstante, la morena acosadora no espera que que suba nadie más y pulsa repetidamente el botón de la última planta del edificio. Justo entonces aparece Alex ante nosotras, a tan dio unos metros. Nada más vernos, nuestras miradas se cruzan unos instantes y desencadenan un sentimiento fuerte e intenso, pero el momento mágico se rompe pronto, cuando echa a correr hacia nosotras, por desgracia no lo bastante rápido.

Se queda observándonos hasta el último instante. No había visto a Alex tan enfadado desde el día que nos conocimos, hace dos años. Y entonces caigo en cuenta de que estoy equivocada. Fue a su hermano a quien vi, no a él. ¿Por qué sigo sin creerlo?

Cuando las puertas del ascensor se cierran, me encojo en una de las esquinas y miro con desconfianza a la mujer. Tiene un bello rostro con ojos almendrados, nariz aguileña y labios generosos pintados de rojo. El conjunto resulta atractivo e inteligente, y vuelvo a pensar que su cara me resulta familiar. No parece una loca o alguien capaz de matar. A pesar de ello, no puedo alejarme. Tengo que pensar en el modo de escapar a la menor oportunidad.

La oigo expulsar el aire ruidosamente.

—Por poco —murmura.

Se muerde una de las uñas.

—Alex no tardará en subir por las escaleras —le advierto con una valentía que no sé de dónde saco—. ¿Por qué quieres hablar conmigo? ¿Y quién eres?

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora