Capítulo 14

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El sol entra a raudales por la ventana; la noche anterior se me olvido bajar la persiana, para mí gran disgusto esta mañana. Me retiro y ruedo sobre el colchón, sintiendo aún dormidas todas las articulaciones. Alguien llama a la puerta de mi habitación, sin darme tiempo a pensar en nada más.

Entra Natalia con una bandeja roja en la que lleva un vaso de zumo de naranja.

—Gracias —digo aceptándolo y dando un gran sorbo. Resulta refrescante. Mi hermana pequeña me dedica una gran y contagiosa sonrisa, antes de lanzarse a mi lado sobre la cama—.¡Eh! ¿Qué te ha dicho mamá? Los zapatos fuera —la regaño sin muchas ganas.

Natalia mira mis pies y levanta una ceja con un mohín de reprobación. Yo reprimo una carcajada y me desato las deportivas de Alex. He dormido con ellas puestas toda la noche. Ni siquiera sé por qué no me las había quitado, al igual que el resto de la ropa.

—¿Ves? Yo también me las quito —le digo intentando mostrarme lo más sería posible.

—Vale — responde obediente. Se sienta balanceando las piernas y me observa en silencio jugando con los dedos mientras yo me acabo el zumo—. Tienes una visita —me informa der repente. Se pone de rodillas y me tira de la oreja—. ¿Ya lo has visto? ¿Lo has visto? —pregunta emocionada, cambiando de tema muy rápidamente.

Dejo el vaso a un lado con calma y la subo sobre mis rodillas.

—¿Quién ha venido? —Intento esconder la preocupación de mi voz pero, por si acaso, le hago cosquillas para distraerla.

Mi hermana se revuelve en mis brazos y tiende las manos para tirarme del collar.

—Llevas ojos de oso panda —se burla entre risas.

—No se dice así, moquillo —la corrijo revolviéndole el pelo. Se rebela y vuelve a colocárselo muy coquetamente—.Se dice «tienes ojeras», y ocurre cuando no duermes todas las horas que necesita tu cuerpo —le explico, adelantándome a su siguiente pregunta—. Bueno, y ahora dime quién ha venido —le pido asegurándome de que me mira  directamente a los ojos.

Se queda quieta.

—Tu amiga la guapa —contesta, y se saca de los bolsillos de su peto vaquero una purulenta con forma de corazón—. Me ha traído esto y ma ha dicho que me daría más si te despertaba —explica perezosamente—. ¿Ya lo has visto? —repite dando un salto con impaciencia.

Así que la bajó al suelo y me echó hacia tras para coger de la mesilla el pintalabios que me han regalado.

—Es precioso. ¡Me encanta! —le digo, mientras le doy un profundo abrazo de agradecimiento.

—No puedo respirar —se queja. La suelto, pero cuando ella cree que está a salvo, vuelvo a aplastarla cinta mi pecho y le beso el pelo. Huele al champú de melocotón que usamos—. Yo tuve la idea con mamá. Víctor y Diego no saben nada de chicas—explica con orgullo—, querían comprarte más tiritas para los pies.

Me muerdo el labio inferior y procuro concentrarme en lo que me está diciendo. Pero, inevitablemente me cae una lagrima.

—¿Qué pasa? —pregunta Natalia poniéndose de puntillas para secarme torpemente los ojos con sus deditos.

—Nada, que me hacéis muy feliz. Ha sido un gran regalo —digo levantándola en el aire conmigo. Pega un grito y se echa a reír—. Venga, ve y dile a Marta que ahora voy.

La dejo en el pasillo y regreso a mi cuarto para cambiarme rápidamente. Me pasó por la cabeza uña sudadera con el logro de la Selección en el pecho, que conseguimos comprando unas bolsas de patatas fritas, y me cubro las piernas con unos vaqueros pirata que me quedan grandes. Luego me doy un vistazo en el espejo empotrado que tengo en una de las puertas del armario de mi habitación, y me recojo el pelo en una coleta alta. En conjunto, parezco tener menos años de los que acabo de cumplir, pero las menos mi aspecto es limpio, y eso es lo que importa. Me aseo un poco en el baño y me dirijo hacia la cocina, donde Marta está hablando animadamente con mi madre. Veo que Diego no les quita ojo. Él hace como si jugara a la consola, sentado en una de las sillas de la mesa, pero yo sé, aunque él no diga nada, que está secretamente encandilado de mi mejor amiga.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora