Capítulo 17

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—Hola, Beca. ¿Ya has terminado?

Mira alrededor sin mucho interés.

—¿Te refieres a sí ya he terminado de hacer tu trabajo? —contesto sin lograr reprimirme.

Entrecruza su brazo con el de Alex y descansa su cabeza sobre su hombro. A diferencia de mí, Elisa en mis bastante alta, por lo que forma una pareja perfecta con él.

—Gatito, ¿qué haces perdiendo el tiempo con la novata? Te he estado buscando... Supongo que Rosa te dejo entrar.

Siento que la sangre me hierve con cada palabra que escupe por su repintada boca.

—Estaba ayudando a Rebeca. Por cierto, creí que solo llevabas aquí dos semanas.

Si no fuera por la actitud inocente con la que lo ha dicho, pensaría que trata de defenderme. Las mejillas de Elisa enrojecen. Se aclara la garganta y me mira sin disimular el odio que siente hacia mí. «Tranquila, es mutuo», pienso.

Me vuelvo a poner la camisa dentro del pantalón y me agacho para coger el cartón donde Alex me ha colocado los pies hace unos minutos; está prácticamente destrozado. También recojo su prenda. Al levantarme, nuestros ojos se cruzan un breve instante, pero rompo la colección de inmediato.

Echo un intencionado vistazo a mi reloj de pulsera, casi oculto bajo todas las gomas de pelo que llevo en la muñeca.

—Elisa, ahora que tu descanso y ha acabado, puedes encargarte del resto, ¿verdad? —Hago una pausa y le enseño con un gesto de tristeza el dedo cortado—. Soy tan torpe, me temo que tendré que ir a ver si encuentro algo en el botiquín.

Miro con inmenso placer la manera en que los ojos casi se le sale de las órbitas. Como me gustaría que Marat estuviera aquí para verlo...pero no está. Al pensar en mi amiga, comienzo a sentirme mal por haber discutido por haber discutido con ella por un asunto tonto.

—Gracias por...todo, Alex —recalco, asegurándome de que Elisa haga trabajar a su imaginación en el peor sentido.

Antes de que el pueda decir nada, le pasó su camisa con una sonrisa y me encaminó hacia la salida. No me detengo hasta hasta que estoy en el vestuario y cierro la puerta tras de mí.

Una vez a solas, expulsó todo el aire que estaba conteniendo.

—Beca 1, Elisa 0 —me victoreo.

Extiendo los brazos con los puños cerrados y pego un salto, pero entonces un dolor agudo me parte en dos. Con el dedo herido en alto, abro mi taquilla y saco la mochila. Rebuscó en su interior y me hago con uno de los a pósitos de los apòsitos que llevo a todas partes. Luego le dirijo al botiquín que hay junto al diminuto baño para empleados y encuentro un antiséptico para desinfectar la herida. Una vez he terminado, me refresco un poco la con la mano sana y me vuelvo a recoger el pelo en una coleta. En ese momento , oigo que llaman a la puerta con dos contundentes golpes.

—Ya voy —grito al tiempo que me desató el delantal y lo dejo sobre un banco.

Al abrir, descubro a Alex al otro lado. Antes de darle tiempo a reaccionar, entra y toma asiento en el banco.

—¡Bienvenido, siéntete como en tu casa! —le saludó con un remarcado acento irónico.

—¿Por qué te has ido tan de repente?

Su pregunta me sorprende.

—Pues...¿pasa algo?

—No.—Frunce el ceño.

—¿Ya has terminado? Aquí tampoco puedes estar —le advierto.

Me asomo a la puerta y estudio el pasillo preocupada.

Él se levanta y se sitúa justo bajo el marco de la puerta, tapándome la visión. Echa un rápido vistazo a mi herida. Nerviosa, lo empujó hacia adentro.

—¿Qué haces? ¿Quieres matarme de un infarto al corazón? Si te ven Elisa o Rosa...

—Toma.

Cojo el folio rugoso al tacto que eme ofrece y le doy la vuelta. Lo que veo me deja anonadada. Me reconozco claramente en la chica que mira con timidez al suelo mientras se coloca un mechón tras la oreja. No obstante, lo que más me llama la atención es la manera en la que ha retratado mis espesas pestañas, que parece esconder una inocencia pura, pro también un encanto especial y místico. Levanto los ojos asombrada por la habilidad de Alex.

—¿Cómo lo has hecho?—Estoy desconcertada por la magia que han obrado sus dedos—. Pero si no pare de moverme...—De hecho, en parte lo hice adrede, pero me guardo esta información para mí.—¿Y has podido hacer esto solo con observarme mientras trabajaba?

Mi cara sorprendida le saca una sonrisa satisfecha.

—Veo que te gusta. Si quieres puedes quedártelo.

—Claro que quiero, gracias —contesto honestamente. No obstante, un oscuro pensamiento me viene a la cabeza—. Pero...es gratis, ¿verdad?

—Parece que para ti todo tiene precio.

El lo tiene ni idea de hasta qué punto es así. Tuerzo el gesto de la boca, abstraída.

—No puedo aceptarlo sin más —le digo devolviéndole el retrato, pro él lo empuja hacia mí sin llegar a aplastarlo.

—Hazme tu batido favorito y estamos en paz —me propone con un brillo travieso bailándole en los ojos azules—, o si lo prefieres...dame un beso.

—¿Un beso? —La palabra se me atraganta y me provoca un repentino ataque de tos.

Avanza un par de pasos hacia mí y yo retrocedo de espaldas hasta chocar con las taquillas. Un ruido metálico suena como advertencia.

—No hablas en serio —digo con toda la firmeza de la que soy capaz.

Me estremezco.

Alex tiene los brazos por encima de mi, enjaulandome.

—¿Qué ocurre? ¿No te atreves? —Habla en un tono cargado de desafío.

—No si antes no me dices la razón por la que quieres que te bese. Sé que no estás enamorado de mí ni nada parecido— protesto.

—Porque me gustan las chicas que toman la iniciativa —argumenta inclinando la barbilla.

—Pero yo lo tengo motivos para querer gustarte—objeto —. Te haré un batido —decido.

—Está bien —concede y me libera de sus brazos.

Suelto un suspiro de alivio u sonrío agradecida, pero entonces Alex me sorprende echándome hacia atrás. Los oídos me pitan y saltan todas las alarmas de mi cuerpo, pero se vuelve rígido he inexperto.

—Alex, lo has prometido —farfullo ensordecida por los acelerados latidos de mi corazón.

—Te mentí: también me cobro las propinas.

Y entonces me besa. Cierro los párpados, pero en ese momento me doy cuenta de que sus labios están en mi mejilla y no sobre mi boca.

Resoplo. Me entran unas enormes ganas de utilizar el contundente repertorio de palabras malsonantes de mis amigas. Sin embargo, me río.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora