Capítulo 8

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—Ni siquiera sabía que se llamaba así— le digo a Marta entre dientes.

—Baño—responde mi amiga.

Ese es nuestro código secreto, así que cuando Marta cruza su brazo con el mío y se despide de los chicos sin darme tiempo a decir ni una palabra, simplemente la sigo. Alex y Carlos nos miran desconcertados. No obstante, Alex se recupera rápido y agita una mano en el aire haciendo un puchero infantil. Sonrío.

—Idiota—murmuro

—¿Qué?— pregunta mi amiga dándome otro tirón para que acelere la marcha.

La música suena de nuevo demasiado alta.

—No tan rápido—pido a Marta, que aunque lleve unos tacones de aguja más altos que los míos, no parece tener ningún problema para avanzar apartando a la gente de nuestro camino sin tropezar con nada.

Luce un vestido de banda rosa que apenas le cubre la mitad de los muslos y lleva el pelo suelto, que se ha alisado especialmente para esta noche. Yo me limito a hacerme una coleta. Tampoco me pasa por alto la cantidad de maquillaje que lleva encima, todo lo contrario a mí, que solo me he lavado la cara y me he puesto la crema nutritiva de mi madre, además de un poco de cacao en los labios. Lo cierto es que viéndola así, me sorprende que hayamos mantenido nuestra amistad durante tanto tiempo.

En cuanto nos encerramos en uno de los lavabos, se da la vuelta y me mira.

—No puedo creer que hayas tenido los huevos de venir con tu coletita de siempre, tía, y sobre todo cuando tienes alado a uno de los tíos más clientes de Florida. Será mejor que, al menos por una vez, te sueltes el cabello. No queremos que piense que era una mojigata.

Bufo.

—No lo necesito. Y ya estoy perfecta como voy, gracias—me defiendo. Marta se queda en silencio.—Con la coleta no se me viene el pelo a la cara—añado justificándome por el lado practico.

Mi amiga no parece muy convencida. Levanta una mano condescendiente.

—Está bien. ¿Qué tal si te desabrochas un botón más de la blusa?—sugiere con ojos brillantes.—Eso será suficiente para que Alex no se rige en el resto.

¿En el resto? Me siento enrojecer.

—Tengo novio, Marta. ¿Es que lo has olvidado?—lo digo, manteniéndome calmada.—Además, la blusa está todo lo abierta que debe estar.—Después de todo, aún no puedo olvidar como aquel chico, Alex creo recordar que lo ha llamado Marta, me ha rozado el cuello con sus labios de forma descarada. Y sin permiso. Si enseño más, lo malinterpretará.

—¿Y qué pasa con tu cara? ¿Es que solo la has metido bajo el grifo? Lo mínimo es que te hubieras puesto algo de máscara de pestañas, y creo que no...—Se acerca y me coge del rostro, examinándolo con atención.—No, está claro que no eso llevas. A ver, déjame mirar en el bolso.

—¡Para! Te repito que no lo necesito. Ya estoy saliendo...

—¿Con Miguel? ¡Ja! ¿ Y dónde está el rey de la hamburguesa ahora mismo? ¿Metiendo en salsa el pepinillo?

La grave acusación que encierra esas palabras hace que me enfadé de verdad.

—Ya vale. ¡Deja en paz a Miguel!— Marta me observa frustrada. Me recojo un mechón suelto tras la oreja.—Se fue al coche a atender una llamada...Ya debería haberse reunido con vosotros hace un rato.—Mi amiga abre los ojos y me dice con su silencio lo que no se atreve a decir con palabras por miedo a que me moleste más con ella.—Pero ya veo que no—concluyó.

—Prácticamente nos hemos quedado solas, amiga. Óscar se largó corriendo y sin dar ninguna explicación pero antes de que tú y yo nos encontráramos. Parecía tener mucha prisa—murmura pensativa.—Laura está de guarrona con un tío guiri que ha encontrado por ahí y que no habla ni una palabra de español. Bueno, si no contamos «cerveza», «tapas» y «ole». Esas se las sabe muy bien.

—¿Y Xavi?— pregunto demasiado sorprendida. Se suponía que íbamos a celebrar mi cumpleaños, y nada está saliendo bien.

—Bueno, a él ni siquiera lo han dejado entrar por qué lleva deportivas, así que sencillamente se ha dado la vuelta.

—¿Y le habéis dejado irse sin más? — me apoyó en la pared y me sujetó la frente con una mano.

—Tranquila, de todos modos, no iba a poder quedarse mucho tiempo. Su padre está mal en casa y necesita el coche.—Suspiro.—Bueno, no te desanimes. Todavía puedes divertirte. Al fin y al cabo, tienes alcance al bombón más sexy de este sitio, ni más ni menos que el inalcanzable Alex Kirov. Y no me engañes, que he visto como lo miras, así que...

—No sigas, ¿vale?—la interrumpo—Sabes que estoy pillada.

Marta me dedica una mirada cómplice que, estoy segura, no trae nada bueno consigo.

—Venga, ¿te acuerdas de lo que te dije sobre qué no podías saber si Miguel era el mejor si antes no habías comparado con otros? Prueba al Dios del sexo esta noche, solo un beso y te juro por nuestra amistad que yo no diré nada.

—¡Estás loca!

Le pego un empujón amistoso y las dos nos echamos a reír.

—Creo que primero debería ir a buscar a Miguel. Tal vez le haya ocurrido algo o no le hayan dejado entrar, como a Xavi—digo pensativa.

—Si así fuera, ya te habría llamado al móvil, ¿o me equivoco?— Hace una pausa a la espera de que yo contesté. Echo un vistazo, no hay ni una llamada perdida de él, tampoco mensajes.— ¿Y no será que se ha echado para atrás?

Dan varios golpes a la puerta, interrumpiéndonos.

—¡Joder, que nos hacemos pos! —dice alguien metiéndonos prisa desde el otro lado.

Marta devuelve los topes y añade una patada con su clásica firma: iros a la...

—Pues méate en la papelera, bonica, y luego límpiate esa sucia lengua que tienes en el lavamanos— contesta antes de que yo pueda taparle la boca cuando nos amenazan con hacer uso del cubo de la basura para vaciarlo sobre nuestras cabezas.

—Marta, acompáñame a la salida a buscarlo y luego hablamos— digo retomando el lío de nuestra conversación y renunciando a hacerla callar.

Por otro lado, no se me olvida la seria advertencia de Alex sobre los peligros de ir sola por el Florida Night.

Mi amiga me echa un último repaso antes de abrir el cerrojo.

—En fin, lo que tú digas.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora